

Nueva galimba, esta vez en Echo, y pa casa que empiezan las fiestas de Santiago en Sabiñánigo y habrá que bajar aunque solo sea a probar el asado de casa de mami...
Montañas de montañas, montañas de ascensiones, montañas de descensos, montañas de excursiones, montañas de flores... Hombres que crearon pueblos, hombres que construyeron iglesias, hombres que abandonaron pueblos, hombres que suben montañas, hombres que destruyen montañas...
Entramos por la pista de la presa. Hacía calor (no como hoy que se han desplomado las temperaturas y hace un aire y un frío que pela) y enseguida empiezan las primeras pozas. Más de la mitad del recorrido es un cauce amplio entre paredes verticales y emboscadas. Sin ninguna dificultad. Únicamente se trata de ir mirando dónde se pone los pies para no tropezar o resbalarte y nadar alguna badina corta. Luego se pasa bajo unos bloques empotrados gigantescos. A partír de aquí, las paredes se abomban, se acercan y ya no hay vegetación. El paraje gana en belleza y, la verdad, pese a ser muy fácil el recorrido, para alguien que no ha hecho nunca barrancos es más que suficiente. Se llega a un gran caos de rocas, aquí a los críos les hemos hecho pensar que nos había perdido y que no sabíamos por donde seguir y enseguida hemos llegado al único rápel de todo el recorrido. Siete metros, volados, para salvar un bloque gigantesco. Los he bajado yo y, salvo los nervios lógicos de alguien que nunca había hecho eso, se han portado de maravilla. (Claro que tampoco les he dejado tiempo a que se lo pensaran, cuando se han dado cuenta ya estaban todos abajo). A partír de allí, una zona de oscuros y grandes badinas encajonadas, que cruzamos nadando de espaldas, nos llevan hacia el luminoso y soleado final. Bizén, el crío pequeño de Pol, no tenía neopreno de su talla y, el más pequeño que le hemos conseguido, le iba diez tallas grande.
Parecía que llevaba una gabardina. Al final, ha salido temblando de frío y con los labios amorataos. Nos odiará toda su vida, a mí y a su padre y, ahora no porque no puede, pero cuando tenga 30 años y nosostros 70, nos quitará el bastón y en el suelo nos dará dos ostias....seguro vamos.
Bueno, al final todos contentos. Llegando a Biescas se ha puesto el cielo negro como mi conciencia, ha empezado a tronar y al final...nada de nada. Si quieres algo, hoy a regar todo el día.
Hala pues...