lunes, 22 de septiembre de 2014

UNA VUELTA POR DETRÁS DE MONTE PERDIDO.

Viernes12 de septiembre. Para mi poca vergüenza sigo de vacaciones aunque éstas están llegando ya a
su fin. Pocos años como este he aprovechado tanto, tan bien y tan abundante...será porque soy inmune a las crisis??? (la económica, la de los cuarenta y la de la pitopausia). Lo cierto es que lo que diga Montoro me la pela, la mentalidad la sigo teniendo de 20 años y la otra... pues la otra.... bueno, a lo que íbamos.
Me llama Montse que, como todos los años por estas fechas y coincidiendo con no sé qué de la Diada, se ha venido para las tierras de la Corona abandonando las del condado.
Decidimos, aprovechando el autobús de Nerín, darnos un rulo por la zona este del Perdido e intentar alguno de los picos que nos quedan en esa zona. A ella, en concreto, todos , menos Monte perdido y Cilindro y a mi, si no me equivoco, el Baudrimont de más allá y la espalda de Esparrets.
Madrugada indecente para llegar, por carreteras solitarias a estas horas, (no he visto mas seres vivos que un jabalí y un raboso) a Nerín a las siete de la mañana. Sorprendentemente, para ser un día entre semana y fuera ya de temporada, el autobús sube lleno.
A las ocho menos algo nos deja muy cerca del primer mirador. Allí desembarcamos y empezamos subiendo un repecho antes de entrar en la vertiente del Valle del Arazas y coger una senda, que en ligero descenso, se encamina decididamente hacia Goriz.
Recién amanecido, los contrastes entre el fondo del valle, todavía en penumbra, la ladera por donde andamos, ya con claridad suficiente y los picos más altos donde ya pega el sol, hace que se nos salten las lágrimas. Mira que hemos visto amaneceres de estos románicos y no nos acostumbramos snif, snif!! Que emoción.
En esas estamos cuando se nos acerca un simpático francés, de nombre Pierre, y nos empieza a dar conversación. Nos dice que quiere hacer, mas/menos lo mismo que pretendemos nosotros así que se une al grupo de dos. A partir de ahora somos trío los que nos dirigimos a intentar hollar esas cimas que se empiezan a ver en lontananza... bueno, verse, verse... se ven dos, las otras no.
Llegamos al desvío hacia el collado de Arrablo o de Goriz. Mientras que todo el mundo tira a la izquierda, suponemos que al refugio y luego al Perdido, nosotros tiramos a la derecha y, por paisajes lunares, ganamos el collado desde donde se amplían los horizontes. Al sur, como un hachazo en medio del altiplano calizo, se aprecia todo el desarrollo del cañón de Añisclo.
Bordeamos por la base al Punta d'as Soras (que no Punta de las Olas) buscando un punto débil en la muralla que tenemos a nuestra izquierda hasta que damos con él, ya empezando a bajar hacia el collado de Añisclo. Yo había estado por aquí hace mucho y no recordaba que este paso clave estuviera tan lejos, pero vamos, sí, debe ser éste.
Una trepada sin misterio y damos de bruces con una ladera de canchal de esas que, cuando las ves, se te caen los cojones al suelo. Afortunadamente, hay una senda muy pisada que hace que el terreno esté bastante asentado. Aún así, porque nos apetece, y somos así de guays, nos tiramos a la derecha hasta llegar a la arista que cae hacia el valle de Pineta, por donde se sube igual de mal pero por lo menos, tenemos vistas amplias hacia el norte.
Un esfuerzo más y nos encaramamos a la primera punta del día que, vista desde aquí, no aparenta ser más que una loma en medio de un desierto calizo. Punta d'as Soras, 3002 m. de vellón.
En frente, hacia el norte, se ven los dos Baudrimonts llamados, aunque bastante menos dada la costumbre que tenemos de no valorar la toponimia local y poner nombres que nada tiene que ver con los de toda la vida, Puntas de Tormosa o Mallos de Tormosa. Más todavía, hubo una iniciativa, que no llegó a cuajar, por la cual, ya que prescindimos de la toponimia milenaria, ponerles el nombre de Punta Rabadá y Punta Navarro en recuerdo de la mítica cordada de aragoneses. Pues ni aún por esas... nuestro complejo de inferioridad (de los aragoneses, me refiero) hace que estos picos, en todos los mapas, planos, esquemas y reseñas vengan con el nombre de Henri Baudrimont, ingeniero amigo de Juan Buyse que fue el que popularizó la actual lista de tresmiles que todo el mundo usa/usamos y que nos hace subir a peñascos que, hace apenas veinte años, ni sabíamos que existían y que, por supuesto, no merecía (ni merece) la pena subir.
Pero como todos, en mayor o menor medida, hemos sucumbido al coleccionismo de tresmiles, aquí estamos, Montse, Pierre y el que escribe encaramándonos al Baudrimont SE/Pico Navarro/Mallo Tormosa. Sin ser difícil, la ladera es muy empinada y la piedra muy suelta. Aún así, nos cuesta poco llegar a disfrutar de sus 3026 m. que caen a pico hacia el valle de Pineta.
Bajamos otra vez a la base y decidimos ir hacia el Baudrimont NW/Pico Rabadá/Punta Tormosa.
Hay que bajar una vallonada que da una pereza que te cagas para luego volver a encaramarse a un peñasco que, visto desde aquí, no parece nada fácil. Pierre decide que va a guardar sus fuerzas para el Soum de Ramond/Punta Añisclo así que somos Montse y yo los que bajamos al nevero y nos encaramamos, con cuidadín que esto está que se cae todo, a la cima del pikachu mientras que nuestro amiguito nos hace fotos desde el otro lado.  Allí estamos, dos puntitos rojo y amarillo, en medio de una pared que parece inexpugnable.
Una vez arriba tomamos dos decisiones, a saber, que la espalda de Esparrets se queda para mejor ocasión y que yo paso de subir al Sum de Ramond/Pico Añisclo que ya he estado tres veces arriba, que se está nublando y no se va a ver nada y que no me apetece, sin más. Así que bajamos y es ahora Montse, que ha demostrado ser, con diferencia, la que más fuerte está de los tres (si no me tacharan de machista diría que es la que más güebos tiene) la que sube con Pierre (que lleva mas/menos tres cuartos de hora tocándose los pitos al sol) a la cima del Pico Añisclo por un pedregal que me entran sudores fríos solo de verlos.
Ahora soy yo el que se pega una hora entre sol y sombra porque se ha nublado mucho. Incluso llego a echar una cabezada y todo.
Al fin, bajan. Efectivamente, una nube puñetera se ha instalado en las Treserols y no les ha dejado ver nada.
Bueno, pues ahora nos queda una buena pateada de vuelta siguiendo el mismo sendero de subida.
Lo cierto es que, al final, la vuelta se hace larga.
Yo me había hecho la composición mental de que, como el autobús te sube a 2200 m, esto iba a ser un paseo sin importancia y mira el track. Resulta que ha salido casi 1900 m de desnivel y casi 25 km de distancia. Jodo petaca... con razón tenía yo ganas de sentarme en este autobús...
Hala pues...

martes, 16 de septiembre de 2014

POR LA CATEDRAL DEL SENDERISMO Y MÁS.

Vaya por delante que no se como coño he acabado en Benidorm. Quizá el matriarcalismo
imperante en mi casa, con dos mujeres con los ovarios bien puestos, tenga algo que ver y el hecho de que, el resto del año, hago, previo acuerdo, lo que me sale de los mismísimos. De una forma o de otra, después de los Alpes, se impone una semana de playa con la familia (la directa y la política) y allí que estamos.
Constato con creciente sorpresa y admiración que Alicante, donde no había estado, es un territorio montañoso, con profundos barrancos labrados en calizas, abundancia de ferratas, recorridos más o menos interesantes y mucho arte rupestre escondido en los recovecos de esas peñas... pues mira igual no va a estar mal la semana.
Ola de calor africano que aplatana al más pintao... chiringuito, playa, chiringuito, playa, sobrinos echando arena a los ojos, ducha, paseo en calles atestadas, playa, sobrinos echando agua con el p*t* cubito por encima, tetas, chiringuito, terracica, tetas, playa, sobrinos pidiendo a gritos un helao.... hasta que el jueves decido que, si o sí, hay que cambiar de rutina.
Me decido, entre varias opciones, por la llamada, pomposamente, "Catedral del senderismo" Vamos a ver si es para tanto.

Me levanto a las cinco de la mañana .
 Joder... ya hace calor. Cojo el coche y, previo pago de 3 lereles en el peaje y recorrer retorcidas carreteras de montaña,  me planto en un lugar llamado Fleix, uno de los pueblos que conforman la Vall de Laguart justo cuando empieza a amanecer.
Fleix es un pueblo pequeño, encalado, colgado de un barranco. No hay ni un alma por las calles. Aún así, localizo enseguida señales de PR que me llevan, tras unos metros por carretera, a la antigua fuente y al lavadero, seco como el chichi de la barriguitas. Enseguida la senda se desvía a la derecha y empieza a bajar en picado por la pared del barranco que tengo a la derecha.
Sorprendente el trazado, buscando las viras y haciendo largas zetas, sorprendente el mantenimiento de la senda, perfecto, empedrado y muy bien señalizado y sorprendentes los cientos (bueno, en realidad dicen que hay 6800) escalones que nos ayudan a bajar o subir las pendientes.
Más tarde, (tengo la mala costumbre de primero ir a los sitios y luego informarme de lo que he visto) me enteraré que esos caminos son herencia morisca cuando éstos fueron arrinconados en las zonas más escarpadas tras la conquista cristiana de ese territorio en 1244.
De una forma o de otra, llegamos al fondo del barranco Girona una enorme extensión de gravas blancas y cegadoras. Aguas arriba se desarrolla el Barranc de l'Infern, una de las joyas barranquistas de la península, que también quería hacer antes de llegar a la conclusión que allí solo y con esas temperaturas, si me pasa algo, me encontrarán como la momia de Ramses IV. Lo dejo para ocasión más propicia, más cuando, después de terminar el recorrido, veo que en una zona muy reducida hay, al menos, cinco barranco equipados.
Continuamos ahora hacia arriba y con la misma tónica. Sendero perfectamente mantenido y señalizado y cientos de escalones por superar. Afortunadamente, las numerosísimas curvas de la senda hacen que la pendiente sea muy moderada, cosa que se agradece porque son las ocho de la mañana y hace un calor que te cagas... no quiero ni pensar la que va a hacer a las doce.
Llego a las ruinas de lo que antes fue algo parecido a un minipueblo. Es el Pou de Juvea  donde la senda se convierte en pista. Paso por una zona de huertos cultivados (aquí se puede llegar con coche desde algún lado), un pozo, una fuente de la que no bebo porsiaca, (que estoy fuera de mi ecosistema y mi estómago no estará acostumbrado a virus meridionales) y enseguida llego a un pequeño pueblo, este habitado y más o menos mantenido. Es Juvees d'enmig donde abandono la pista y vuelvo a coger
la senda. Ésta baja otra vez en picado, pasando al lado de unas paredes que reflejan el calor de forma agobiante y una fuente  de la que, esta vez si, bebo y relleno la cantimplora mientras me como todos los higos que tengo al alcance de la mano en una higuera gigante al lado del camino.
Vuelvo a estar en el cauce seco del barranco. Lo que he hecho ha sido salvar, por arriba, la parte deportiva que ahora, me queda aguas abajo aunque hacia arriba veo un hermoso estrechamiento del cauce.
Vuelta a subir por una ladera pedregosa y reseca, entre fajas de antiguos cultivos hasta que llego a las ruinas de otro pueblo, Juvees d'alt. Nada que ver, ruinas y basuras por doquier y esa sensación de mal rollo que me asalta en algunos lugares y a la que siempre le hago caso poniendo tierra de por medio. Nueva bajada, esta vez al fondo del barranco de Racons (equipado también para descenderlo) y vuelta a subir a ganar la altiplanicie donde está asentado Benimaurell. Afortunadamente, en esta última subida, tengo una pared muy alta, muy cerca y situada al sur que me tapa el sol porque, las pocas veces que me pega, es casi insoportable el calor. Hasta las plantas, que deberían estar acostumbradas a esta tostada, florecen solo bajo estos acantilados. Hay cientos de espigas de Urginea marítima, bellísima planta que me recuerda a los abozos de mis queridas montañas norteñas.
Un esfuerzo más, medio litro de sudor tirado y llego a Benimaurell, pueblo vecino a Fleix, desde donde he salido hace ya un rato y al que llego por una pista asfaltada entre huertas.
Pues hombre, catedral, lo que se dice catedral.... estos no han visto Sobrepuerto o Guara u Ordesa, por poner dos o tres catedrales de las de aquí... pero vamos... que ha estado bien... quizá, en vez de catedral vamos a dejarlo en iglesia parroquial.
Y como sobra día (es lo que tiene madrugar) y estoy relativamente cerca, me decido a rematar la jornada en la llamada por las guías "Capilla sixtina del arte neolítico" ( Lo que si es cierto es que estos alicantinos no tienen agüela que los pondere).
Carretera hasta el llamado Pla de Petracos donde se abren varios abrigos, muy parecidos a los de Guara, pero con arte macroesquemático y declaradas, hace no mucho, patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Interesantes, más que nada porque las pinturas son enormes y la simbología (cuando te la explican) bastante evidente. Por ponerle un pero, que la valla está muy lejos y hay que tirar de zoom a tope para poder hacer una foto en condiciones.
La verdad es que paso mucho rato allí yendo de uno a otro y del otro al uno. Curiosamente (o no) no hay ni Dios.
Aún visité algún yacimiento cercano, bastante menos interesante, más vallado y con pinturas peor conservadas. Me quedé con ganas de más arte rupestre pero la temperatura es insufrible y la tentación de la playa, el chiringuito y el sobrino echándote agua por encima es muy grande así que lo dejamos para otra ocasión.
Hala pues...

lunes, 8 de septiembre de 2014

PICO ROYO Y CULIBILLAS.

Recién llegado de los Alpes y con vacaciones por delante (sí, ya... que bien vivo... quién fuera funcionario... se os está de cojón que os quiten las pagas... sois todos unos vagos...etc, etc, etc...) decido que no es bueno bajar desde los 4600 m. a los 890 sin un paso intermedio, así que me voy a darme una vuelta por la Bal sin rumbo fijo. Además, ya tengo ganas de salir con el perro que lleva un montón de días sin hacer mas que comer, dormir y perseguir gatos.
Aparco en el Corral de las mulas. Conforme subía me doy cuenta que en el Anayet y zonas aledañas he estado un montón de veces pero en los picos que lo anteceden no he estado nunca. Allí que voy, a ver que sé hacer.
El camino (carretera en este caso) es común hasta llegar a las maravillosas, integradas en el entorno y futuristas instalaciones de Arramón. Allí, la senda hacia la zona de Anayet se va a la derecha, por el barranco, y yo tiro de frente por una pista de esquí con sus cañones, sus desmontes, su vegetación alóctona y su erosión que tira hacia el sur.
Afortunadamente, en menos de una hora la abandono y entro en un vallecillo colgado que me deja en uno de esos rincones paradisiacos que tenemos, a veces, tan cerca de casa.
Se trata del ibón de Lapazuso situado en una cubeta que, como un balcón, nos muestra todo el Pirineo axial allí mismo, al alcance de nuestros ojos.
Geológicamente, la zona es muy interesante. Estoy caminando sobre areniscas volcánicas de un intenso color rojo que, al ser bastante blandas, han sido intensamente erosionadas. Por eso, todo está salpicado de bloques de diferentes tamaños y el ibón prácticamente está colmatado y llamado a convertirse, más pronto que tarde, en una turbera.
Continúo por una canal y salgo a otro resalte donde ya veo el pico Royo, a mi izquierda y bastantes metros más arriba. Con paciencia sorteo algún nevero que todavía queda en pleno agosto y cojo una arista herbosa que me deja en un canalizo de roca, señalado con un gran hito, que debe ser el paso clave para acceder a la punta del pikachu. 2429 m y unas vistas de espanto. Toda la muralla de la Partacua enfrente, a mi derecha se extiende hasta perderse más allá del Bisaurín y a la izquierda en Monte Perdido. A mi espalda, todos los picos de la Bal de Tena y justo debajo la Canal de Izas.
 En el GPS veo que hay paso por toda la cresta para acabar si quiero, si me acompañan las fuerzas y me deja el tiempo, en el vértice de Anayet. Así que como todavía es pronto ni me lo pienso. Bajo del pico hasta el primer rellano, vuelvo a sortear los neveros y subo hasta un collado que lo separa del pico Culibillas que, visto desde aquí, casi que acojona.
 Al final es bastante más fácil de lo que aparenta, aunque si pretendemos ir justo por el filo de la cresta, hay un paso en calizas grises pulidas como un espejo que acojona un rato. Tanto que el perro se niega a pasar después de intentarlo dos o tres veces y tener que recular por que no había forma de que se agarrara allí. Anda que no va a tener que contar a sus nietos este perro!!!!
Él por un lado y yo por otro, llegamos a la cima de Culibillas de 2509 m. de vellón.
No se que me ha pasado pero, de repente, me ha dado bajón. Sin más.
Decido abortar aquí la arista y buscar, si se puede, un descenso directo hacia el barranco y la senda de subida a los ibones que veo muchos metros más abajo. Desciendo del pico por su cara oeste y llego a un collado en el que, aparentemente, es factible la bajada hacia el  norte aunque no hay una sola traza de paso ni hitos ni nada que indique que, por allí, se puede bajar.
Y lo cierto es que se baja relativamente bien hasta lo que parece un ibón colmatado convertido hoy en una planicie idílica de hierba verde y aguas serpenteantes. El umbral del antiguo ibón es un barranco que, más mal que bien, me permite, tras destrepes varios, llegar al trilladísimo y atestado de gente camino de los ibones de Anayet.
Antes aprovecho para fotografiar la rarísima Gentiana burseri que, pese a las alturas del año a las que nos encontramos, está lozana y con la cara recién lavada.
Ahora solo me queda volver por terreno conocido al coche no sin antes visitar algunas droseras que tenemos controladas en los humedales cercanos al río y que encuentro machacadas, comidas y cubiertas de mierda de las putas vacas... cada día les estoy cogiendo más asco a estos bichos... no me extraña que nos las comamos.
Aquí tenéis el track. Joooodo.... 1200 m. de desnivel y en ayunas... ya se que me ha pasado. Cagüenlaaaa!!! No voy a aprender nunca, coño!!!!
Hala pues...

Inciso:
Cerrando este post, me llega un tráiler del vídeo que está preparando Roberto de nuestra estancia en los Alpes hace quince días... la verdad es que no me puedo resistir. Aquí lo tenéis: