martes, 23 de junio de 2015

PERDIGUERO Y CRESTA DE LITEROLA.

Pues mira, que al final, después de mil planes cancelados, de varias personas que iban a venir y que, por una razón o por otra no vienen, que si es la Quebrantahuesos y a mi me hace tilín ver pasar tíos con piernas depiladas,  que si hace mucho calor o que el Zaragoza sube a primera... al final somos Kankel y yo los que cogemos carretera hacia Benasque en un día radiante que promete lo mejor de si mismo... además estamos en la noche previa al solsticio. Nada puede salir mal.
Sin prisa, ya que tenemos el día por delante, llegamos a Castejón de Sos y paramos  a echar una galimba con nuestra amiga Silvia (ella bebe acuarius que pa eso está grávida, encinta y preñada) que anda por allí mientras que su partenaire (y padre, suponemos, de la criatura) baja barrancos con sus amigotes.
Buen rato de charrada antes de continuar a Benasque donde comemos como marqueses, sentados, con plato, mantel y cubiertos... ya verás que manera sudar luego, ya...
Con pereza, y andando como tentetiesos, cogemos coche otra vez y nos plantamos en el parquing del valle de Literola, desconocido (para nosotros) afluente del Ésera y por donde pretendemos subir hasta nuestros objetivos.
Jodo petaca... empieza esto fuerte!!!. Si unimos al calor, lo que pesan los mochilones, la hora que es y la cuesta empinada como picha de novio por medio de un pinar, el primer tramo se hace muy duro hasta que se sale a campo abierto y la subida cede un poco.... pero es un espejismo porque, enseguida, continúa ganado altura entre bucólicos prados tapizados de miles de flores.
Llegamos a la altura de la cabaña de Literola, que habíamos barajado como primera opción para dormir (y así nos evitamos la tienda, que nos estamos volviendo muy señoritos).
Bueno, pues que no, que continuamos subiendo, a veces en suave ascenso y a veces por tapias que incluso hay que ayudarse de manos y pieses hasta llegar a lo que se intuye que será el fin del recorrido por hoy, un estrecho que sirve de umbral a la cuenca lacustre del ibonet de Literola donde pretendemos dormir... o al menos pasar la noche. Tres horas hasta aquí y una buena sudada.
El ibón es un paraje idílico, de postal, de esos donde los elementos se han aliado para crear un lugar mágico. Joder, y hoy casi es noche solsticial... ¿¿¿qué más se puede pedir??? Pues que haya un sitio sin nieve y mínimamente llano para poner la tienda, por ejemplo. Por que si, queridos y queridas amiguitos y amiguitas. Casi toda la superficie de la cola del ibón, el único sitio llano, está llena de nieve y/o con escorrentía de fusión lo que hace  difícil encontrar un sitio aparente para montar la
tienda. Una pareja que ha llegado antes que nosotros se ha colocado en el único sitio decente así que nosotros, tras probar en dos o tres sitios, nos colocamos cerca de ellos, apenas separados por un brazo de río.
Montamos la tienda y nos dejamos llevar por la molicie, la apatía y la abulia mientras vemos como el sol declina y se esconde por detrás del Perdigueret, pikachu que tenemos casi sobre nuestra vertical.
Llega otra pareja. Parecía que no pero aún hay sitio para una tienda más. Cruzamos cuatro palabras, nos dicen que pretenden hacer lo mismo que nosotros mañana y nos disponemos a preparar la cena con toda la ropa que llevamos pues la temperatura ha bajado escandalosamente.
Mientras engullimos unos fideos chinos y nos preparamos un té, la pareja que ha llegado primero (y que hace ratos que se han metido dentro de la tienda) se entregan a festejar el solsticio de la mejor manera que se les ocurre, a la vez que nos hacen partícipes de su entusiasmo amatorio y/o sexual. ¡Qué bonito! La noche en la que  triunfa el sol sobre la noche, quizir, simbólicamente la vida
sobre la muerte, los colegas aquí, dándole a rituales vitales y fecundantes... lástima que no me atraes nada, Kankel... que si no, te iba a poner mirando pal Perdiguero a ti también.
Bueno, pues que nos echamos a dormir, cada uno en su saco y en posición encontrada y así pasamos la noche... sorprendentemente cómodos (por el sitio) y calientes (por el saco, se entiende...).
Ocho de la mañana. Nos levantamos, desperezamos y nos preparamos un café.
Día radiante, hermoso, de los que apetece empezar a trepar. Así que dicho y hecho. Nos equipamos y empezamos a subir por una tapia que nos lleva al llamado Collado Ubago, donde confluyen las cuencas de Literola y Estós. Aquí nos alcanzan la otra pareja que ha dormido con nosotros (en otra tienda y separados ¡ojo!) y que pretenden hacer lo mismo que nosotros, es decir, el Perdiguero y sus 3222 m. de vellón y, ya que hemos subido hasta aquí, bajar por la cresta de Literola. Maja gente. De Barcelona aunque ella, Lupe, es de Monzón. ¿De Monzón? Conocemos una pareja que hace monte de allí.. se llaman Juan Carlos y Silvia. ¡Claro que los conozco!!! ¡¡¡Silvia es amiga mía!!!!! Amos, no me jodas!!!! Qué pequeño es el mundo, coño. Pues nada, que con más motivo vamos a ir juntos hoy... ya sabes la canción esa de los amigos de mis amigos son mis amigos.... uh!!! Vaya lío!!!!  Los amigos de mis amigos son mis amigos!!!!!!!!... estoooooo, bueno, a lo que iba.
Que pasamos por el insignificante hito este del Perdiguero y, al poco nos encaramamos a la cima donde llego sorprendentemente descansado.
Pues mira, ya que estamos aquí, nos desviamos un poco a pisar el otro insignificante hito, esta vez el oeste y volvemos a la cima donde ya empieza a llegar gente desde todas las vías de este gigante pirenaico vigilados por el Poset, los Cabrioles, el Maupás y un montón de peñascos más que sobrepasan la mágica cifra de los 3000 m sobre el nivel de Salou.
Un bocado rápido y empezamos a descender por la arista de Literola.
Sin ser difícil, la cresta no es un paseo. Hay que prestar atención en muchos puntos, hay que destrepar y hay que buscar el mejor paso en un caos de bloques de granito de todos los tamaños, formas y colores.
La primera cota que se pasa, considerada también uno de los 212 tresmiles, es la Tuca de Literola a la que siguen el Pico Royo, llamado así porque la naturaleza geológica ha cambiado radicalmente y andamos sobre lajas y arenas de esquistos rojizos  y la que tiene más prominencia de toda la cresta y merece llamarse pico; la Punta de Literola.
A partir de aquí, la cresta parece caer en picao y, si no fuera porque sabemos que por aquí se puede bajar  y es relativamente fácil, nos acojonaríamos al ver el abismo que se abre delante, a nuestra derecha y a nuestra izquierda.
Pues con cuidadín, mirando siempre donde ponemos los pies y asegurándonos antes de cargar el peso sobre los bloques, nos situamos debajo de la aguja de Literola, la última cota reseñada y que es, ni más ni menos, un peñasco un poco más alto que los demás y al que hay que acceder, desde un mini collado, escalando una chimenea situada a la derecha.
Pues ya poco queda... apenas unos metros de descenso casi vertical nos dejan en un nevero que nos da paso, al poco, al collado de Literola donde termina la cresta.
Un ratito de descanso y charrada y nos calzamos los crampones para bajar por el gigantesco circo que termina en el hermoso, semihelado y fotogénico ibón blanco de Literola.
Parecía que ya se habían acabado las dificultades, pero no... resulta que, una vez alcanzado el desagüe del ibón ,  debemos bajar por un nevero con inclinación cercana a la vertical... y va, y a Kankel se le parte un crampón.
Sin posibilidades de arreglo, tiene que bajar con uno solo, cosa complicada porque aquello se inclina muy mucho.
Al final, con más problemas de los previstos, entre unos y otros, llegamos a la cola del ibonet y de allí a las tiendas donde, ahora si que si, se acaban las dificultades y nos podemos relajar comiendo, bebiendo y holgazaneando un rato.
Lupe y Víctor se van. Nos despedimos y hacemos votos de volvernos a encontrar en alguna de éstas y nosotros nos quedamos porque nos da una pereza que te cagas desmontar el campamento base e iniciar una bajada que sabemos larga e inclinada.
Al final lo hacemos, claro, y con unas mochilas que sorprendentemente pesan más que a la subida (o eso nos parece) cogemos camino hacia abajo siguiendo las aguas del torrente recién nacido que se despeña en busca del valle.
Menos mal que la flora está en su máximo apogeo y da gusto descubrir a cada paso especies interesantes, fotogénicas o simplemente bellas.
Y así acaba un finde memorable. Por la climatología, la actividad, la compañía y los paisajes.
Solo falta abrevar lo suficiente como para reponer todas las sales perdidas y afrontar el viaje de vuelta a casa, que mañana es lunes.
No hay track. No se qué coño le ha pasado al gipi y se ha vuelto loco en muchos lugares. De todas formas, en esto de internete hay suficiente información como para que os hagáis una idea de lo que ha sido esto (porque, desde luego, con esta crónica, estoy seguro que no os habéis enterado de nada...)
Hala pues....

martes, 9 de junio de 2015

TOZAL DEL MALLO, DESDE ORDESA

Parece mentira ¿verdad? pero nunca habíamos estado en la cima del mítico, icónico, estético y fotografiado Tozal del Mallo de Ordesa. Así que el sábado sabadete día de nuestro señor del 30 de
mayo, con riesgo de tormentas horrorosas de magnitud 9 sobre 10 en la escala del Richar, nos vamos a encaramar a esa peña de forma y manera que, cuando los elementos se alíen para jodernos la jugada, nosotros estaremos ya, como poco, echando una galimba en el bar de la pradera.
Ocho de la mañana en Biescas. Me viene a buscar Pol que, últimamente, se prodiga poco en esto de salir por el monte.
Al poco llegamos a Ordesa, aparcamos y retrocedemos por el conocido y recorrido muchas veces camino de Carriata que, previa sudada y buen andar, nos deja en la base de la clavijas homónimas.
Pues na, bienvenidos al mundo dolomítico, vertical y calizo de Ordesa donde la gravedad es ley y los sarrios los únicos dueños... con permiso de treparriscos, chovas y demás pajarillos y pajarracos que nos animan el día con sus vuelos, trinos y graznidos.
Las clavijas de Carriata  (o Salarons) son fáciles. Son dos escalones verticales y una pequeña grieta en la que se clavaron, hace décadas, hierros como pa una boda de forma y manera que siempre hay un agarradero para manos, pies o cola como hacen los titís de Bormeo.
Las subimos sin mayor contratiempo y nos colocamos en el umbral que, depende el tiempo, las ganas y lo que llevemos pensado, nos llevaría a saber: A la espectacular Faja de las flores, al Tozal del Mallo o a los llanos de Salarons y de allí al Taillón, los Gabietos, la brecha, Sarradets, Lourdes, Tolouse, Chamonix y el Mont Blanc previo paso por la aguja de Goûter.
Como hemos dicho, habiendo estado en todos los demás sitios nombrados, nos desviamos hacia el único que nos falta y que, desde allí, lo tenemos al alcance de nuestras piernas.
Una vira que llanea y se adapta a las paredes que tenemos a nuestra izquierda, nos lleva a una especie de istmo que une el tozal con el resto del mundo y que nos habla, bien a las claras, de las espectaculares fuerzas telúricas y las erosiones subsiguientes.
la cosa es que es un paseo, una vez superadas las clavijas, llegar a la cima de tan señera, simbólica y sorprendentemente alargada cima.
Vistas espectaculares en todas direcciones y el cañón de Ordesa a nuestros pies.
Nos entretenemos un rato largo en recorrerla hasta el mismo borde del abismo, hacemos fotos y miramos al cielo donde las anunciadas tormentas ni se ven ni tiene pinta de que lleguen.
Así que, como esto ha sido un paseo, pergeñamos un plan B que consiste en bajar desde este peñasco y coger, en vez la senda de descenso, la de Racón que nos llevará, entre bosques, fajas y recovecos ordesiles, a la base de la cascada de Cotatuero, así alargamos un poco más el día que se nos está haciendo corto.
Pues nada, que a eso nos aplicamos. Variamos un poco el descenso y lo hacemos por el paso de la fajeta, más bonito a fe mía para coger la senda que nos lleva, primero en suave ascenso y luego en suave descenso al valle paralelo de Cotatuero donde luce su cascada, que hoy baja soberbia.
Con la tontería y charrando tranquilamente, se nos ha hecho la hora de comer. Lo hacemos justo donde se inicia la Faja Canarellos, continuación lógica de la que llevamos pero que, por esta vez, la perdonamos.
Después de aliviar los estómagos y los pies en el agua helada del barranco, continuamos por sendero conocido y mil veces pisado a empalmar con el que baja de la Cola de Caballo y de allí al bar directos donde cae, nos la hayamos ganado o no, una galimba de las grandes.
Finde tonto, de transición y el párquing  petao de gente. Es que, Ordesa es mucho Ordesa.
Pues nada... al final, ni tormentas ni nada. Últimamente nos están fallando mucho en esto de la previsión... que ya, que ya se que no es una ciencia exacta y que la atmósfera es un sistema donde reina la entropía  pero jodo petaca... si hiciéramos caso de las previsiones catastrofistas no saldríamos de casa.
Bueno, que ya termino. Que, aunque está todo suficientemente señalizado y pateado, aquí tenéis el track de una ruta muy recomendable.
Hala pues... pídeme un orujo si eso... que me voy a mear.