su fin. Pocos años como este he aprovechado tanto, tan bien y tan abundante...será porque soy inmune a las crisis??? (la económica, la de los cuarenta y la de la pitopausia). Lo cierto es que lo que diga Montoro me la pela, la mentalidad la sigo teniendo de 20 años y la otra... pues la otra.... bueno, a lo que íbamos.
Me llama Montse que, como todos los años por estas fechas y coincidiendo con no sé qué de la Diada, se ha venido para las tierras de la Corona abandonando las del condado.
Decidimos, aprovechando el autobús de Nerín, darnos un rulo por la zona este del Perdido e intentar alguno de los picos que nos quedan en esa zona. A ella, en concreto, todos , menos Monte perdido y Cilindro y a mi, si no me equivoco, el Baudrimont de más allá y la espalda de Esparrets.
A las ocho menos algo nos deja muy cerca del primer mirador. Allí desembarcamos y empezamos subiendo un repecho antes de entrar en la vertiente del Valle del Arazas y coger una senda, que en ligero descenso, se encamina decididamente hacia Goriz.
Recién amanecido, los contrastes entre el fondo del valle, todavía en penumbra, la ladera por donde andamos, ya con claridad suficiente y los picos más altos donde ya pega el sol, hace que se nos salten las lágrimas. Mira que hemos visto amaneceres de estos románicos y no nos acostumbramos snif, snif!! Que emoción.
En esas estamos cuando se nos acerca un simpático francés, de nombre Pierre, y nos empieza a dar conversación. Nos dice que quiere hacer, mas/menos lo mismo que pretendemos nosotros así que se une al grupo de dos. A partir de ahora somos trío los que nos dirigimos a intentar hollar esas cimas que se empiezan a ver en lontananza... bueno, verse, verse... se ven dos, las otras no.
Llegamos al desvío hacia el collado de Arrablo o de Goriz. Mientras que todo el mundo tira a la izquierda, suponemos que al refugio y luego al Perdido, nosotros tiramos a la derecha y, por paisajes lunares, ganamos el collado desde donde se amplían los horizontes. Al sur, como un hachazo en medio del altiplano calizo, se aprecia todo el desarrollo del cañón de Añisclo.
Bordeamos por la base al Punta d'as Soras (que no Punta de las Olas) buscando un punto débil en la muralla que tenemos a nuestra izquierda hasta que damos con él, ya empezando a bajar hacia el collado de Añisclo. Yo había estado por aquí hace mucho y no recordaba que este paso clave estuviera tan lejos, pero vamos, sí, debe ser éste.
Una trepada sin misterio y damos de bruces con una ladera de canchal de esas que, cuando las ves, se te caen los cojones al suelo. Afortunadamente, hay una senda muy pisada que hace que el terreno esté bastante asentado. Aún así, porque nos apetece, y somos así de guays, nos tiramos a la derecha hasta llegar a la arista que cae hacia el valle de Pineta, por donde se sube igual de mal pero por lo menos, tenemos vistas amplias hacia el norte.
Un esfuerzo más y nos encaramamos a la primera punta del día que, vista desde aquí, no aparenta ser más que una loma en medio de un desierto calizo. Punta d'as Soras, 3002 m. de vellón.
En frente, hacia el norte, se ven los dos Baudrimonts llamados, aunque bastante menos dada la costumbre que tenemos de no valorar la toponimia local y poner nombres que nada tiene que ver con los de toda la vida, Puntas de Tormosa o Mallos de Tormosa. Más todavía, hubo una iniciativa, que no llegó a cuajar, por la cual, ya que prescindimos de la toponimia milenaria, ponerles el nombre de Punta Rabadá y Punta Navarro en recuerdo de la mítica cordada de aragoneses. Pues ni aún por esas... nuestro complejo de inferioridad (de los aragoneses, me refiero) hace que estos picos, en todos los mapas, planos, esquemas y reseñas vengan con el nombre de Henri Baudrimont, ingeniero amigo de Juan Buyse que fue el que popularizó la actual lista de tresmiles que todo el mundo usa/usamos y que nos hace subir a peñascos que, hace apenas veinte años, ni sabíamos que existían y que, por supuesto, no merecía (ni merece) la pena subir.
Pero como todos, en mayor o menor medida, hemos sucumbido al coleccionismo de tresmiles, aquí estamos, Montse, Pierre y el que escribe encaramándonos al Baudrimont SE/Pico Navarro/Mallo Tormosa. Sin ser difícil, la ladera es muy empinada y la piedra muy suelta. Aún así, nos cuesta poco llegar a disfrutar de sus 3026 m. que caen a pico hacia el valle de Pineta.
Bajamos otra vez a la base y decidimos ir hacia el Baudrimont NW/Pico Rabadá/Punta Tormosa.
Hay que bajar una vallonada que da una pereza que te cagas para luego volver a encaramarse a un peñasco que, visto desde aquí, no parece nada fácil. Pierre decide que va a guardar sus fuerzas para el Soum de Ramond/Punta Añisclo así que somos Montse y yo los que bajamos al nevero y nos encaramamos, con cuidadín que esto está que se cae todo, a la cima del pikachu mientras que nuestro amiguito nos hace fotos desde el otro lado. Allí estamos, dos puntitos rojo y amarillo, en medio de una pared que parece inexpugnable.
Ahora soy yo el que se pega una hora entre sol y sombra porque se ha nublado mucho. Incluso llego a echar una cabezada y todo.
Al fin, bajan. Efectivamente, una nube puñetera se ha instalado en las Treserols y no les ha dejado ver nada.
Bueno, pues ahora nos queda una buena pateada de vuelta siguiendo el mismo sendero de subida.
Lo cierto es que, al final, la vuelta se hace larga.
Yo me había hecho la composición mental de que, como el autobús te sube a 2200 m, esto iba a ser un paseo sin importancia y mira el track. Resulta que ha salido casi 1900 m de desnivel y casi 25 km de distancia. Jodo petaca... con razón tenía yo ganas de sentarme en este autobús...
Hala pues...