domingo, 8 de julio de 2012

GRAN PARADISO 4061 m.

Pues esto era cuatro amiguitos montañeros que, un buen día, decidieron irse a los Alpes a ver esas montañas tan altas, tan altas que dicen que hay por ahí y a intentar subirlas antes de que un ogro muy malo llamado Rajoy y una bruja muy mala, muy mala llamada Merkel montaran un corralito, les quitaran las pocas perras que tenían ganadas con el sudor de sus frentes y de sus cerebros y no les dejaran circular libremente por este continente mismamente como pasaba en la edad media cuando la sociedad, como pasará dentro de muy poco, se dividía en señores y siervos.
Así pues, a las cinco de la mañana del domingo 1 de julio montaron en su carruaje y se tragaron de tacada 1005 km. en 12 horas. De ellos, 900 fueron lloviendo. Pero no era lluvia normal, no. Aquello fue la primera entrega del diluvio universal. Hubo ratos que, estos cuatro amiguitos, se acongojaron al ver como el agua que caía no dejaba ver la carretera a más de dos metros de distancia y provocaba un bonito y desconcertante fenómeno llamado "aquaplaning" que consiste en que el carruaje va a donde le pasa por los cojones y no a donde quiere su conductor.
Con este tiempo y, cosa curiosa, sin percances reseñables, llegaron a la bonita población de Chamonix donde, como había estado pasando durante todo su viaje, el cielo amenazaba en caérseles sobre sus cabezas en forma de diluvio, rayos, truenos y centellas.
Aunque habían pensado en quedarse en un cámping, las condiciones climáticas aconsejaban buscar algo más sólido para dormir que una tienda de campaña no fuera a ser que, aprovechando la tempestad que rugía y rugía, llegara un loba malííííísima llamada Soraya que amenazaba con subirles el IVA, el gas, la luz y soplar y soplar hasta tirar las tiendas dejerlos a merced de los elementos.
Así que buscaron una Gîte llamada Le Chamoniard Volant donde los recibieron muy bien y donde, a un precio razonable, estuvieron a salvo de la loba y de los elementos desencadenados.
Lo primero que hicieron estos amiguitos, una vez llegados a su destino, fue ir a la conocida como Maison de la Montagne donde, les había dicho, señores listos como el hambre con ordenadores gordos y potentes como mi...mi..., bueno da igual, acertaban con la previsión del tiempo con un margen de error de 0 %. Grande fue la alegría de los amiguitos cuando vieron que tras dos días de lluvias y tormentas, el sol se abriría paso entre las nubes dando cuatro días estivales con chaleur, soleil voilé et vent de Sud-Ouest forcissant. Contentos como unas castañuelas, se fueron a cenar y, después, pese a que solo a uno le gustaba el fútbol, fueron a ver el partido de la Roja en un bar. Fijaros si eran montañeros aguerridos y valientes aquellos amiguitos que, para ver el partido de España-Italia, se metieron en un bar lleno de italianos vociferantes y medio bolingas. No solo eso, cuando España marcaba gol, uno de ellos, el que le gustaba el fútbol, saltaba y gesticulaba ante la mirada asesina de los italianos y el acojono de sus compañeros pues veían que, aquella actitud, les iba a acarrear más de un disgusto.
Afortunadamente, la segunda parte, la vieron en otro garito donde el ambiente era bastante más relajado y tranquilo. Hasta coincidieron (qué pequeño es el mundo) con un tipo cuya madre era ¡¡¡De Panticosa!!!, casado con una francesa y residente en Niza...manda güebos.
Al día siguiente, la previsón se cumplió a pies juntillas. Agua, truenos y rayos (o al revés. Creo que primero viene el rayo y luego el trueno, pero es que se juntaban unos con otros) los acompañaron a coger la carretera que pasa a Italia a través del túnel del Mont-Blanc que, como su propio nombre indica, atraviesa el Mont-Blanc de oeste a este previo pago de más de 40 € en concepto de pontazgo, peaje y estipendio a una trabajadora, italiana para más señas, que les da las congratuleisons for de fútbol al ver que son y hablan el idioma del ínclito Paco Martínez Soria, pese a sus esfuerzos por pasar desapercibidos en un país que, aquél día, se mostraba abiertamente hispanófobo.
La bajada por el valle de Aosta la hacen, como no podía ser de otra manera, en medio de una tempestad de la que pensaban se iban a librar ya que las montañas, al menos las que ellos conocían, se comportan como barreras ante los frentes de lluvias y 4810 m. es una altura más que suficiente para que el puto frente asociado a una borrasca en las británicas se quedara echando agua en la France y no en Italia. Por todo ello, se quedaron con ganas de entrar en alguno de los pintorescos pueblos que dejaban raudos a lo largo de la carretera donde veían, entre brumas, nieblas y relámpagos, la silueta de preciosas iglesias medievales y de castillos donde vivirían adorables princesas dispuestas a casarse con el primer sapo que llamara a su puerta. Mas, como los cuatro amiguitos eran republicanos y las princesas, si estaban buenas, solo las querrían para...estooooo.... bueno, para lo que sea, se desviaron por un valle lateral llamado de Valsavarenche hasta un lugar llamado Pont donde termina la carretera y empieza la ascensión propiamente dicha.
Aparcar, jugar al tetris con las mochilas en el maletero del coche y equiparse lo hicieron rápido, con un ojo puesto en el material y otro en el cielo pues, aunque había dejado de llover, seguía muy nublado lo que les provocaba un aspecto extraño, como de camaleones bípedos con grandes caparazones a la espalda.
El camino sigue la orilla de un río, que baja crecido y tumultuoso debido a las lluvias y al deshielo, y luego emprende una subida criminal que, en medio de preciosos bosques de alerces, los lleva al refugio de Vittorio Emanuele II. Dos horas y media les costó subir a los protagonistas de nuestra historia en las que salió el sol, llovió e incluso hizo amagos de nevar.
El primer saludo de la guardesa del refugio fue algo así como ¡Spañolo! ¡Cuatrozero! Madre de Dios. Esta noche nos van a dar agua del barranco para cenar, pensaron los amiguitos. Sin embargo no fue así, salvo porque los metieron en una especie de barracón frío y húmedo en vez de en una habitación seca y con calefacción, fueron tratados de maravilla por el personal del refugio y por todos los habitantes que en él moraban que, dicho sea de paso, eran muchos. Abundaban los italianos y los franceses, pero tampoco faltaban los teutones, los austriacos y los rusos llegados de más allá de los oscuros bosques boreales. Tuvieron toda la tarde para dormir, vegetar, hablar (o intentarlo al menos) con unos y con otros y hacer amistad con un guía, Javier, originario de Almendroland...de Zaragoza que pretendía llevar a una pareja, él argentino, ella venezolana, a lo más alto de Italia. Porque sí, queridos y queridas amiguitos y amiguitas, el Gran Paradiso, que era a donde se encaminaba toda esa gente, es el pico de más de 4000 m. situado íntegramente en Italia y un paso, casi inexcusable, para emprender mayores retos en esas montañas alpinas. La cena, como para una boda, consistió en un hermoso trozo de queso, una sopa de verduras y un plato de spaguetti con queso regados con abundante agua y vino. De postre, chocolate o helado, a elegir.
Se metieron en sus lechos y durmieron como benditos esperando que, el día siguiente, fuera más propicio que el precedente meteorológicamente hablando.
Y vaya si lo fue....a las cinco de la mañana suenan los móviles y, al asomar la cabeza por la puerta, nuestros amiguitos ven que el día va a ser radiante, espléndido, maravilloso ¡is a wonderful day! grita un tío que ha salido también a ver amanecer. Desayunan rápidamente, preparan las mochilas y salen del refugio siendo los últimos en hacerlo. Una larga hilera de luces trepa ya, por la morrena del glaciar, delante de ellos.
Poco les cuesta alcanzar a los más rezagados, justo en el sitio donde termina la piedra y empieza la nieve lo que les obliga a colocarse los arneses, punchos, cascos y demás aditamentos propios y necesarios para moverse con seguridad por ese mundo blanco, frío y glaciar.
La subida fue suave y sin demasiadas complicaciones. Atrás iban dejando diferentes cordadas que iban mucho más lentos ya que ellos, valientes, decididos y arriesgados, decidieron ir por libre, sin encordarse. El paisaje empieza a crecer y del horizonte surgen montañas innominadas y anónimas para nuestros amiguitos. Todas menos una. Al fondo, al noroeste, el Mont-Blanc surge altivo y orgulloso sobre un mar de nubes que lo circunda. La huella deja unos enormes seracs a la izquierda, se encarama a un lomo desde el que se aprecia el resto de subida y realiza un flanqueo hasta situarse al pie de un espolón rocoso que constituye la cima cimera de la montaña. Para acceder a ella, concurridísima y presidida por una Madonna de marmol, se hace un formidable tapón de gente donde los germanos, los austriacos y algunos guías arrastrando a sus clientes pasan por encima de lo que haya que pasar con sus botas last generation armadas con crampones de 1800 puntas. Aunque el paso no es difícil, la prudencia, los empujones y la mala educación de algunos hace aconsejable quedarse a tres metros de la Madonna justo donde una placa les recuerda que están en una punta dedicada a Notre Dame des Follers, advocación mucho más acorde con el temperamento y las querencias de nuestros amiguitos...o no.
Fotos, algún poco de comida y se inicia la bajada. Como si el esfuerzo de llegar hasta aquí, en kilómetros, horas, dinero y sudores no hubiera sido nada, nuestros amiguitos bajan contentos pues, no en vano, se han desvirgado o desprecintado en esto de subir montañas que rebasan los 4000 m de altura.
La bajada se hace muy bien y en bastante menos tiempo de lo que cuesta subir. Las larguísimas palas de nieve ahora son toboganes por los que se deslizan sin esfuerzo hasta llegar a una zona donde, el calor casi asfixinate, hace que se despojen de goretex, guantes, cubrepantalones y demás quedándose en manga corta ante la atónita mirada de algunos de los que les precedían y los sucedían.
Llegados al refugio, con la terraza concurridísima de montañeros y domingueros que disfrutan del sol, uno de nuestros amiguitos descubre con creciente frustración, mosqueo, cabreo, enojo y exasperación que, cuando se ha quitado la ropa y demás aditamentos que lo cubrían, ha debido perder el gipiese que los había guiado hasta la cumbre y en el que, para colmo de males, estaban grabadas numerosas rutas para los días siguientes. Jurando en arameo antiguo, emprende acompañado de otro compañero el camino de vuelta, esta vez sin mochila a la espalda y sin esperanzas de encontrar el aparato en cuestión. Apenas andan unos metros cuando una francesa viéndolos, sin mochila y casi sin ropa correr rápidos por encima de las piedras de la morrena, les pregunta si no habrán perdido ustedes un GPS. A nuestros amiguitos se les saltaban las lágrimas, no tanto por haber recuperado el preciado aparato (que también) si no por constatar que, en este mundo lleno de hijos de puta que están dispuestos a desahuciarte a tí, a tu mujer, a tus tres churrumbeles, a la abuela paralítica y al canario por no pagar dos cuotas de la hipoteca o a tirarte al vacío para llegar ellos a la cumbre, también hay personas honradas, sanas y de buen corazón que se encuentran un chisme de 150€ y lo devuelven sin importarles quién eres. Con los ojos llenos de lágrimas, nuestro amiguito le estampa dos besos a la chica en cuestión mientras recita merci, merci, merci, como un mantra ante la atónita mirada de su compañero de fatigas que no debe entender muy bien lo que está pasando.
Vueltos al refugio, ante la incredulidad del resto de sus compañeros, relatan lo acontecido, comen un poco, pagan la minuta e inician la bajada rápidamente de forma y manera que los talones les pegaban en el culo y, en apenas hora y media, están otra vez en el coche dispuestos a volver a Chamonix para buscar, por este orden, alojamiento, previsión meteorológica y medio litro de cerveza.
El alojamiento, nuevamente, lo encuentran en Le Chamoniard Volant, la previsión, buena para dos día, la encuentran en la Maison de la Montagne y la galimba en cualquiera de los bares con los que cuenta esta pintoresca población. Solo hay un problema, no hay forma de encontrar alojamiento en ninguno de los refugios que circundan el Mont-Blanc, monte al que pretenden conquistar, crecidos, ufanos y altaneros como están después de sus recientes logros por el país transalpino.

Nuevamente la suerte, el Sumo Hacedor o los dioses, cada uno tiene su propia teoría al respecto después de lo del gps y algunas cosas más que sería prolijo enumerar, viene a aliarse con nuestros amiguitos. Aparece Javier, el guía almendr....de Zaragoza y les dice que sus clientes se han rajado después del Paradiso y que tiene tres plazas libres en el refugio de Gouter.

Ojipláticos, nuestros amiguitos, no pueden creerse que tengan plaza en un refugio en el que es prácticamente imposible encontrar sitio y que supone una de las vías más fáciles y menos comprometidas para subirse a la chepa del gigante de los Alpes. Llaman al refugio, hacen las gestiones pertinentes y si señor, tienen cuatro plazas en Gouter, tres en cama y uno en el comedor encima de una mesa, tienen buen tiempo para dos días y tienen grandes posibilidades de alcanzar una meta largamente ansiada, el Mont-Blanc...

Continuará...

Hala pues...

5 comentarios:

Garbancitopedricero dijo...

Que montaña más guapa y de las de verdad , de subir desde abajo pateandico, olvidandote de ls remontes subvencionados, jejejeje, guapa aventura a disfrutarla

Bruno dijo...

Es un pico muy bueno para el esquí de montaña, lo malo es que nos pilla un poco a desmano.
Suerte.

J. M. N. dijo...

Pues sí, es un lugar muy majo pero ¿sabéis que os digo? prefiero nuestro Pirineo. Me ha costado 42 años ir a los Alpes y creo que los tenía idealizados. Me han resultado un poco frustrantes. Tanta masificación, tanto refugio (carísimo), tanto remonte...no me acaban de convencer. Claro que fuimos a donde va todo el mundo...quizá algún día volvamos y buscaremos rutas más alternativas. Gracias a los dos por comentar.

silvia dijo...

Domingo 3 de julio?, no será 1?
Fuistéis pues una semana?
Bueno, supongo que tendremos que esperar al continuará... para saber más.
Me ha encantado tu crónica.

J. M. N. dijo...

Pues sí, fue el domingo 1. Se me ha ido la pinza.
Lo corrijo y cuelgo la continuación cualquier tarde de estas.
Saludos.