Así pues, aprovechando el anticiclón que nos envía San Martín, varios sujetos y sujetas, enamorados del Pirineo sin importarnos fronteras, nos juntamos en Biescas para realizarlo. De los límites meridionales del reino viene Pirene y Josu, Helena, Cheles y David. De de la tierra media Ro y Kankel y de septentrión, el que esto (con mayor o menor acierto) escribe.
En dos vehículos nos llegamos hasta Bious Artigues donde aparcamos rodeados de franceses que también han querido venir a disfrutar, en este lugar privilegiado del planeta, de los días magníficos que nos regala este extraño otoño.
Hay que aparcar en el parquing de abajo de forma que, para llegar a la presa, te comes, de entrada, 100 empinados metros de balde pa ir calentando.
Justo cuando se llega al umbral de un precioso valle glaciar, la senda nos desvía a la derecha para seguir subiendo por medio de un hayedo hasta un claro donde nos coge el sol y nos acaricia con unos rayos y unas temperaturas impropias de la época.
Un esfuerzo más y llegamos al primero de los ibones, llamado Lac Roumassot. Aquí vamos a almorzar en un idílico tascal rodeado de picos, con la intimidante y omnipresente silueta del Midí, mientras vemos como gente de toda índole y condición suben y bajan por la senda.
Continuamos. Ahora debemos superar una pequeña pendiente por sendero bien trazado que nos lleva a orillas del pequeño Lac du Miey y poco más adelante y sin ganar apenas altura al enorme Lac Gentau en cuyas orillas se asienta el refugio de Ayous.
La vuelta continuaría yendo a buscar el refugio y, por detrás, avanzando hacia el sur. Sin embargo, nosotros abandonamos momentáneamente el chêmin para encaramarnos al Col d'Ayous, donde los horizontes se abren hacia poniente regalándonos una vista de prácticamente todo el sector occidental y central del Piri. Un esfuerzo más y nos encaramamos, pisando areniscas del permotrías (250 m.a. día arriba, día abajo), al pikachu que porta sus buenos 2260 m. sobre el nivel del mar en Hondarribia.
Parabienes, fotos, tragazos a la bota, más tragazos a la bota, risas, buen rollo.... joder tú, que día más majo, que gente más maja y que bien se está aquí!!!!
Después de buen rato de lectura del paisaje y de encontrarnos cada uno con lo que hayamos ido a buscar allá arriba, emprendemos la bajada por el mismo camino para retomar la senda que nos lleva, en unos minutos al refugio.
Con estos pensamientos, o más bien masturbaciones mentales, emprendemos una leve subida que nos lleva a otro de los grandes ibones, el Bersau donde buscamos una calita para comer y, lujo supremo y placer orgásmico, remojar nuestros abotargados, recalentados y dilatados pies en el agua fría lo que reactiva -o no- la circulación hasta el punto que mientras unas partes del cuerpo se dilatan o ereccionan otras se comprimen y relajan.
indiferencia, evasivas y miradas huidizas.... que no tienen putas ganas de subir, vamos.... así que no insisto más y me lo apunto en pendientes para cuando trabaje en el refugio o para mi próxima vida en la que me pienso reencarnar en algún bicho que vuele (tordo culirojo, por ejemplo...).
El último ibón que encontramos es el de Casterau donde el Midí se refleja majestuoso y soberbio dándonos la foto típica que todo el mundo debe hacer cuando pasa por aquí.
Sin darnos cuenta, y casi de noches, llegamos a los coches.
Un único pero en esta jornada perfecta. Josu tiene prisa y el grupo meridional no nos acompaña a echar la galimba que nos hemos ganado todos. El grupo de la tierra media y el septentrional, sin embargo, paran en la frontière donde se apretan una hermosa jarra entre conversación que se alarga y miradas poco amistosas de los camareros que deben tener ganas de cerrar pues la noche ha caído, como dice la canción, serena y silenciosa.
El track de un día magnífico aquí.
Hala pues...