martes, 12 de noviembre de 2013

FERRATAS DE OBARRA Y DE GRAUS

Tantos días oyendo hablar de la ferrata Croqueta de Obarra que teníamos que ir a catarla. Que si era muy maja, que si era muy dura, que si es la mejor de Aragón...así que el domingo pasado organizamos una expedición pelaire-monzonera formada por Teo, Urbez, Vicente, Pol (bueno este, de momento, no es ni pelaire ni monzonero) y yo mismo. (que tampoco soy pelaire de pura raza pero llevo aquí ya un montón de años). Por la parte de Tierra baja vienen J. C. y Silvia acompañados de Ramón.
Quedamos a las siete y media. Llueve como si tuviéramos encima el tifón Yolanda y nosotros que, pese a todo y con fe ciega en las previsiones, nos vamos hacia sol naciente.
Lo cierto es que, una vez pasado el túnel de Petralba (que lleva camino de convertirse, junto con el de Escarrilla y los de Olvena en otro túnel del tiempo) el ambiente atmosférico, está bastante más sosegado. Sin más, y con buena conversación, nos plantamos sin enterarnos en Campo. Aquí partía en tiempos una mala carretera que, por la base del Turbón, nos llevaba al valle del Isábena donde está la ferrata en cuestión. Pues el caso es que, lo que antes era una carretera de montaña llena de curvas, se está convirtiendo en una carretera recién asfaltada y con un ancho suficiente como para ir a una velocidad que cunde y no a paso de burro. La cosa es que, entre la Yebra-Fiscal, la de Foradada y la
del Turbón,  Biescas-Beranuy nos ha costado apenas hora y media. Conforme avanzábamos al este, veíamos que el tiempo mejoraba notablemente hasta el punto que, llegados a Beranuy, luce un sol radiante aunque calor, lo que se dice calor, no hace. Paramos en el único bar que encontramos abierto a estas horas, echamos un café rodeaos de jabalises disecaos y fotografiaos, trofeos de caza y demás ornamentos cinegéticos y esperamos a que lleguen los montisonenses precedidos por el famoso, en todos los valles pirenaicos, bizcocho carpiano al aroma de Chivas. De allí, en unos minutos, llegamos al parking donde se dejan los coches para iniciar la ferrata. Desde el aparcadero se ve perfectamente la aguja de la croqueta, por donde discurre y comentamos que, al menos desde aquí, no parece gran cosa.
Bueno, pues nos equipamos, andamos diez minutos por la carretera y ya estamos, justo a la salida de un túnel, en el inicio de la vía.
Empieza flojeta. Muchas grapas brillantes, mucha rampa aunque hay algún tramo vertical y alguno que incluso escupe pero sin ningún problema. Las grapas están puestas de forma y manera que sirven para las manos pero hay que ir buscándose un poco la vida para los pieses. Lo mejor de este tramo, sin duda, es la temperatura que nos hace ponernos de manga corta y lo que va a ser una constante en todo el trayecto, las vistas preciosas al valle del Isábena con sus mejores galas otoñales y el
monasterio de Obarra que vemos a nuestros pies y tal como lo deben ver los buitres que nos sobrevuelan constantemente.
Terminado este primer tramo, se avanza unos minutos por una senda en medio de un carrascal hasta situarnos a pie de pared otra vez.
¡¡¡Hombre!!!!, ¡¡¡¡Esto ya es otra cosa!!!!. La pared adquiere la consistencia, verticalidad e inclinación de una picha adolescente a las nueve de la mañana. Se deja subir bien pero va adquiriendo dureza a cada paso.
Un primer puente tibetano, nepalí o de oriente medio, no estoy muy seguro, nos lleva a una primera aguja donde paramos a descansar y, alguno, a echarse un cigarro. Bajamos un poco y otro puente de las mismas características nos lleva a un pequeño collado donde hay un escape hacia la izquierda.
A partir de allí, viene lo mejor de la ruta. Si hasta ahora está siendo muy majo, ahora nos esperan flanqueos en los que faltan grapas donde agarrarse, presas de mano pegadas a la pared con sika, abismos a nuestra izquierda...estoy disfrutando y sudando como un gorrino en un patatal. Pa forro bota, nos espera otro puente, aquí ya se ve que iban jodidos de pasta los equipadores, consistente en cuatros sirgas, una para la línea de vida, dos para las manos y una sola pa los pies. Yo, es que todavía no me acabo de acostumbrar a esto. Digamos que no pasé miedo pero si precaución, no se si me entendéis....
Bueno, pues después del puente dichoso, todavía nos queda un rato de tirar de brazos hasta llegar a la punta de la aguja ante la atenta mirada de un buitre que lo tenemos allí a apenas diez metros relamiéndose ante la posibilidad de que alguno de nosotros se vaya a hacerle de palmero a Manolo Escobar, cosa que no pasa, a Dios gracias.
Una hora cuarenta minutos nos ha costado parando dos veces a fumar (alguno) y a rehidratarnos (todos menos Pol que sigue con el termostato jodido). Para terminar, se destrepa por un trozo guarrete equipado con sirgas que son más un quitamiedos que otra cosa porque si te resbalas la hostia te la pegas sí o sí y se coge un sendero, marcado como Gr que, en apenas 20 minutos, te lleva a Ballabriga pueblo con sonoro topónimo indoeuropeo para unos (donde el sufijo briga sería fortaleza) y latino para otros (de Vallis aprica, Valle soleado). Visto el día, la temperatura para ser noviembre y la vegetación que nos rodea, casi que nos inclinamos más hacia el segundo étimo...
Después de esta clase de filología pirenaica, queridos y queridas amiguitos y amiguitas, deciros que, por carretera, llegamos nuevamente al coche más contentos que chupilla pues, no en vano, habíamos conocido, y casi cohabitado íntimamente con una de las ferratas más majas que hemos hecho en los últimos años. Las hay mejores, si, pero están más lejos. Descripción chachi y detallada aquí y aquí.

Parecía que habíamos acabado ¿verdad? Pues no, que son la una del mediodía y hay que aprovechar el viaje...Silvia, J.C. y Ramón se van a Tierra baja, como las grullas, pero nosotros decidimos bajar a intentar la ferrata de Graus. Claro que antes hay que comer. Así que nos llegamos a Graus y buscamos un lugar para echar un bocao.
Joder, un bocao no. Siete primeros, siete segundos y variedad de postres regados con buen vino del somontano y a un precio más que razonable. ¿Quién se resiste a una ensalada de salmón, queso fresco y nueces y a una carrillera en su salsa y un zurito de yogurt "riquissimo"? Pues eso, que comemos como ugetistas andaluces pero pagando la comida.
Bueno, a lo que hemos venido. Contra todo pronóstico (yo cuando he visto la comida, el vino y los orujos no daba un duro por hacer algo después aparte de dormitar en el coche) nos encaminamos a la basílica de la Peña donde, en la peña que le da nombre, se ha instalado otra mini ferrata que, por lo menos, servirá para hacernos bajar las viandas. Nada que ver con la otra claro. Esto es como si has tenido una noche de lujuria y pasión con Penélope Cruz y al día siguiente la tienes con Rossi de Palma....pues bueno, pues sí, pues vale, pues habrá gustos para todo pero, decididamente, no es lo mismo.
La ferrata en cuestión arranca al norte del santuarios a los pies de la peña donde se asentaba el castillo musulmán cuya conquista le costó la vida a Ramiro I. Hay que joderse, si llega a estar construida en 1063, igual la historia hubiera sido otra. Los musulmanes estaban allí, en la punta la peña, parapetados y con apoyo de tropas castellanas en las que, seguramente, estaba el Cid. Sí, sí, moros y
cristianos (y un contingente grande de mercenarios entre los que estaba Rodrigo Díaz de Vivar) luchando juntos contra el aragonés. Cuentan las crónicas que, para romper el cerco al que fueron sometidos, un moro se disfrazó de cristiano, se infiltró entre las filas cristianas y le clavó una lanza en el ojo al rey. Muerto el rey, cundió el desánimo y los aragoneses huyeron. ¿Sabéis que pasa? que en aquella época, los reyes eran los primeros en ir a la batalla y dar ejemplo ante sus súbditos. Igualito, igualito que ahora...la justicia es igual para todos.
¿Dónde estábamos? ¡Ah, si! Que la ferrata sube por un peñasco de conglomerado deltáico del oligoceno y que está compuesta por un primer resalte con grapas que nos lleva a una antiestética escalera y ésta a una travesía muy maja  por una estrecha cornisa. De la cornisa se sale por un ligero extraplomo donde  el descojono se generaliza ante los tropezones, resbalones y demás tonterías que hacemos más por el alto nivel de alcohol en sangre que por la dificultad, que no la tiene.
Pues ya está, llegamos a una especie de Cristo de Corcovado que domina la población (mais sem belas garotas, amigo meu) donde hay una vista preciosa de todo el valle y por un cómodo camino volvemos otra vez a la basílica que, ante nuestro regocijo, está abierta y se puede visitar.
El anochecer nos llega admirando la preciosa plaza porticada y comentando el día que ha sido largo, fructífero y entretenido.
Tenemos, desde aquí, hora y media de coche hasta nuestro lugar de habitación...vamos a tomárnoslo con calma.
Hala pues...

3 comentarios:

Pirene dijo...

¡¡¡VAYA VAYA!!!

No me pena en absoluto no haber podido ir.... ¡que mieditoooo la de Obarra!!! pero la de Graus me paice a mí que va a tener que caer... por aquello de cambiar de actividad de vez en cuando..

Güeno pues!

Eduardo Pardo dijo...

Estuvimos en Roda de Isábena para finales de Agosto, y bien cerca de la ferrata pero como la pinta tan difícil, al final me fui a la de Foradada del Toscar. Al final disfrutasteis de un buen día de ferratas y con el estomago bien repleto, saludos

J. M. N. dijo...

Pirene, pa ferrata maja y al lado de casa la Canal del palomo. Un día de esos de invierno (de este invierno) nos hacemos la ferrata y luego nos subes tú al Borón y al Mallo San Jorge ¿Hace?

Eduardo, si te gusta la de Foradada esta te encantará. Quizá sea un poco más dura, pero nada del otro mundo. Se deja hacer bien y es de las de repetir otra vez.
Saludos a los dos.