martes, 26 de agosto de 2014

MONTE ROSA Y MÁS, UNA SEMANA POR ITALIA (1)

Un año. Un año ha costado pergeñar este viaje. Un año de guasaps, cenas, libros, mapas y reseñas de
internete para intentar saber donde nos metíamos y lo que nos íbamos a encontrar. Concretamente fue el 14 de agosto del año pasado cuando, tras hacer el Anayet por la vía del sarrio y borrachos de monte, decidimos que este año debíamos volver a los Alpes. Unos porque sí, porque queríamos volver tras nuestra experiencia de hace un par de años y otros porque querían conocer ese paraíso de hielo y rocas.

Domingo 17 de agosto. Demasiado pronto me vienen a buscar a casa Silvia, J.C. Roberto y Kankel en una furgoneta petada de mochilas, hierros y gente. Los últimos borrachos de las fiestas todavía danzan por las calles mientras cargamos la furgoneta a ritmo del D.J. Mataviejas.
Portalet, primeros intentos del navegador de que no vayamos a donde queremos y autopista hacia Chamonix. 14 horas de viaje con circulación densa a muy densa. A la altura de Narbona y hasta más allá de Montpelier, perdemos casi dos horas en atascos kilométricos. Así que, anochecido ya, llegamos a Chamonix donde pretendemos dormir.
Vuelta por la meca del alpinismo, cena en un garito y dormida en la gîte que ya conocemos de hace dos años y que sigue igual de bien.... mañana nos espera el valle de Aosta, con sol, según las previsiones ¡Cojonudo!

Lunes 18. Sin madrugar. Vuelta otra vez por Chamonix, últimas compras de cosas olvidadas y túnel de Mont-Blanc (52, 90 lereles ida y vuelta, mecagüen...) hasta llegar a Aosta y seguir valle abajo para coger otro valle afluente, el de Gressoney. Si el valle de Aosta impresiona en el de Gressoney se nos caen los buebos al suelo (bueno, a Silvia no...) Quizá sea lo más bucólico, bello, impresionante y espectacular que he visto en mi vida. Decenas de pequeños pueblecitos de arquitectura alpina colgados de las laderas, miles de flores en maceteros que no se hacen servir como ceniceros o papeleras. Ni un solo bloque de apartamentos rompiendo la estética. Bosques cerrados de alerces, piceas y hayas. Ríos caudalosos, cascadas que se despeñan de las laderas y cerrando el horizonte, cumbres nevadas que no conocemos pero a las que vamos directos.
Cuando nos damos cuenta, y limpiándonos la baba unos a otros, llegamos a Stafall, centro invernoestival donde parten las telecabinas que nos van a ahorrar un buen pateo. Comemos, organizamos mochilas y, cargados como mulos, vamos al lío.
Como por arte de magia (y tras montar y desmontar sucesivamente en tres telecabinas) pasamos de la placidez y verdura del valle y sus escasos 1700 m. a los ásperos, secos y rocosos 3200 m.  de la Punta Indren. Pensamos que esto no está bien, que para ser puristas deberíamos haber subido andando pero ello suponía un día más de acceso y otro de descenso de los que no disponemos. Además, pese a ser abiertamente antitelesillas, ya que están, habrá que usarlas... mismamente como el sexo, las drogas y el roncanrol que ya que están, pues habrá que usarlos ¿no?
Nada más salir de la última cabina nos damos de lleno con el menguado glaciar de Endre (Menguado para los Alpes, que comparado con los de aquí, eso es la Antártida.) donde empezamos a tomar contacto ya con ese mundo frío, pedregoso y bellísimo por el que vamos a transitar en los próximos días.
Pues sin ningún problema, cruzamos el glaciar, cogemos un sendero semitallado en la roca en el que hay maromas y clavijas que facilitan el tránsito y en un pis-pas, estamos en el Refugio Mantova desde donde se ve nuestro objetivo por hoy, el refugio Gnifetti, situado a 3647 m. lo que viene a ser, 243 m. más alto que nuestro Aneto.
En este viaje, una de las cosas que nos han quedado claras, es que nos encantan los refugios, hoteles y hostales italianos. Limpios, ordenados, excelente comida a un precio razonable, con guardas y guardesas amabilísimos y dicharacheros y ¡¡¡¡con güifi!!!!.
Como en todo refugio de montaña, confluyen aquí variedad de culturas e idiomas. Italianos, franceses, alemanes, belgas y spañolos que somos nosotros.
Nos asignan una habitación para los cinco, cuatro en litera de persona humana y uno (que soy yo por decir que ronco) en una especie de ratonera-perrera en la que ¡tócate los buebos! se está de maravilla con vistas al infinito.
La tarde la pasamos viendo como se echan las nubes encima y se despejan y se vuelven a echar de forma y manera que poco antes de la cena, nos regalan un anochecer de los de no olvidar acompañados de una inglesa que no deja de repetir algo así como "biutiful, biutiful" que, como supongo que no sabréis idiomas, significa españolito guapo, hazme tuya esta noche que te voy a dar lo tuyo y lo de tu prima.
Ignorando tales requerimientos, nos retiramos a cenar.
Excelente. No cabe otro calificativo. Bueno, abundante y exquisito es lo que nos ofrecen en forma de tres platos y postre de diseño.Como única nota negativa, la presencia en la mesa de dos germanos y una germana (de bastante buen ver, por cierto) que arramplan con las pizzas como si no hubiera un mañana, dejándonos ojipláticos y meditabundos de que, esto que acababa de ocurrir es, mismamente, una metáfora de la situación política actual.
Tras un té a precio de cubata de ginebra buena nos vamos a dormir.

Martes 19.
La noche ha discurrido plácida y calurosa.
Bajamos a desayunar escondiéndoles la mantequilla y las galletas a los german@s. Nos aviamos con cuerdas, hierros pinchudos y demás artefactos necesarios para la progresión en glaciar y nos asomamos a la calle donde reina un silencio sepulcral. No hay nadie preparándose y la niebla nos envuelve. Se han ido todos hacia arriba vista la huella de la que disfrutamos. Así que nos encordamos Silvia y J.C. por un lado y Kankel, Roberto y yo por otro e iniciamos, tranquilamente, la subida por el glaciar de Lys donde se intuyen, entre la niebla, enormes grietas comealpinistas.
No ha pasado una hora de ascensión cuando la niebla se disipa dejándonos disfrutar de un día, frío de cojones, pero de belleza inabarcable. Tanto es así que nos encendemos y alguien propone subir al primer cuatromil de la jornada. Si os digo que es la pirámide de Vicente no parece gran cosa pero si decimos la Vincentpyramid ya parece otra cosa... Pues a ella nos encaminamos a buen paso para coronar, sin demasiado esfuerzo, sus  4215 m. de vellón.
Abrazos, besos y fotografías a tutiplén, vigilados por los agrestes picos de Liskamm, antes de fijarnos que, a tiro de piedra, tenemos otro cuatro mil que, visto desde aquí, más que eso, parece un peñasco en medio de la nada. Allí que nos vamos.
Bajamos al collado y seguimos una huella perfecta que nos sube a otro collado y de allí, por una miniferrata, al Balmenhorn con su Cristo, su vivac y su antena situados a 4167 m. sobre el nivel del mar.
Entramos en el vivac. ¡Qué gozada! Se trata de un casetón abierto para todo el mundo en el que hay una cocinilla con butano, mesas, bancos, camas y mantas. Ni un gramo de basura en el suelo. Igualito que los refugios de aquí donde, cuando se acaba la leña a tres metros a la redonda, se quema el mobiliario y luego las puertas y las ventanas.
Después de echar un bocado volvemos a bajar y encaramos la subida al col de Lys donde, si las previsiones no nos fallan, deberíamos estar cerca del refugio donde pretendemos dormir.
Pues sí. Allí está el refugio, más o menos, a tomarpolculo de donde estamos.
mama mía... hay que bajar mucho a un gigantesco plateau de nieve y luego remontar una ladera que, ahora mismo, se nos antoja interminable. Venga va, paciencia y fuerza... pensar que allí tenemos cama y una galimba que nos va a saber a gloria aunque nos la cobren a precio de Moët Chandon.
Bajar es fácil, pero subir los 600 m. de desnivel que nos quedan hasta el Signalkuppe se hace eterno. Cierto es, llevamos ya tute y, además,  era verdad eso de que, pasados los 4000, falta el aire para algo tan básico como respirar.
Aún así, sin demasiados problemas, llegamos a la cima de 4559 m. donde, sorprendentemente, se asienta el refugio más alto de Europa.
Hay que echarle muchos huevos para construir, en 1883, un refugio aquí arriba. El que vamos a disfrutar es fruto de reformas posteriores que lo convierten en uno de esos sitios que no olvidaremos jamás.
Y no es por su belleza exterior, que parece un contenedor de obra, pero si por la amabilidad de sus guardas, su orden y limpieza, su cena exquisita y ¡¡¡¡¡porque tiene guifi que va como un tiro!!!!!! I fliping in coloring....
Nos registramos, pasamos la tarde entre charradas, galimbas caras pero que entran de maravilla y fotos en todas direcciones mientras llega la cena... y ¿sabeis qué? que nos volvemos a encontrar, en la misma mesa, con los germanos comepizzas que nos piden perdón por haber acabado con toda ayer... si al final van a ser majos y todo.
Poco después de cenar, cambia la luz. Abrigándonos, porque hace un frío de cojones, salimos al exterior para disfrutar de uno de esos espectáculos que solo se viven una vez en la vida. Se ha despejado del todo y vemos como el sol desciende rodando por la arista de los Liskamm para ir a perderse en el Atlántico entre el Cervino y el Dent Blanche.
Creo, que todos en mayor o menor medida, hemos tenido un orgasmo... un té para celebrarlo y a dormir que mañana hay tajo.
Hala pues... continuará

7 comentarios:

cristina dijo...

¡que majo todo! las fotos impresionantes... y la crónica... ufff como si estuvieramos alli!
deseando que continues con el relato.

David Naval dijo...

Majo, majo, JM, qué bonita experiencia y que bonito todo!.
Y el refugio, casi a 4.600 !! No me extraña que os hidratarais bien, que pasar una noche a esa altura es para no pegar ojo con mal de altura.
A esperar ese segundo capítulo...
Saludos.

David Naval dijo...

Majo, majo, JM, qué bonita experiencia y que bonito todo!.
Y el refugio, casi a 4.600 !! No me extraña que os hidratarais bien, que pasar una noche a esa altura es para no pegar ojo con mal de altura.
A esperar ese segundo capítulo...
Saludos.

Chabier Lozano dijo...

Cagondiós, esto no se fa, que me muero d'envidia :-(

Pirene dijo...

Jodó! ese atardecer no tiene precio chaval!! Silvia, que como buena fémina tiene que ser multiorgásmica lo debió flipar del todo jejeje

No te creas que no tenía ganas de ir, pero ciertamente ni estaba preparada técnicamente ni podía pedirme más vacaciones en esas fechas... una pena.

Salú!

Mariano Antonio Javierre Lacasta dijo...

¡Hola José Miguel!
¡Cuántos recuerdos en ese enorme Plateau de Lys!
Y no todos extraordinarios, en Balmenhorn pasamos una noche toledana con un ejército de italianos que llegó a las tantas.
¡Ah!, y la placa turca de la entrada olía que mataba.
En semejante masa de hielo suele hacer fresqui siempre aunque también te puedes achicharrar en cualquier carasol abrigado.
¡Hasta la siguiente entrada!

Jesus dijo...

Enhorabuena por la "excursión", jeje. Hace días que quería dejarte aquí algún comentario, pero soy un poco perezoso/vergonzoso para estas cosas ... aunque después del relato de esta salida y de ver el libro en el que has colaborado (el del Sobrepuerto), ya no tengo excusas para darte eso, la enhorabuena. No me he presentado, pero creo que a través de Silvia ya nos conocemos ... Soy nieto de casa Arnal de Cillas, así que de alguna manera (no lo se muy bien, me hago un lio con esto de los árboles genealógicos) somos familia.
Me di cuenta en alguna entrada antigua de tu blog en la que comentabas algo y a partir de ahí até cabos consultando con mi padre ... gracias por cierto por añadir mi blog a tu lista, aunque desde que llegaron dos churumbeles a mi vida lo sustituí por las tardes en los parques, jeje. De cualquier forma sigo escapándome al monte siempre que me dejan (subimos mucho a Fiscal), así que quien sabe si en cualquier ocasión podemos coincidir para disfrutar de estas montañas que tanto nos gustan.
Bueno, pues eso, no me enrollo mas. Siguen con el blog que a muchos nos gusta leerte.
Por cierto, a mi padre le encanta el libro.
Un saludo