Mientras Roberto se peina, acicala y sube nos entretenemos conversando, bebiendo café y estudiando el mapa de la travesía mientras vemos entrar todos los bolingas de Biescas que, a esas horas, entran pidiendo huevos fritos con jamón a voz en grito.
Bueno, al cosa es que entre que ha llegado la bella durmiente, nos hemos terminado los cafeses y alguno una napolitana supervitaminada y supermineralizada estamos aparcando los coches en la explanada del dolmen de Sta. Elena a las ocho en punto. De allí, se coge enseguida una senda que nos deja en la pista que sube a la ermita a la que llegamos charlando animadamente. En el castillo contiguo se coge otra senda, ya conocida de otras veces, que, entre espectaculares paisajes, nos lleva,
cruzando collados, hasta debajo del pico Fajalata, pico muy visible desde Biescas y casi mítico para la gente de esta población. Hasta aquí se ganan apenas 500 m. de desnivel por buena senda aunque un poco invadida ya de vegetación. Tenemos la enorme suerte de ver, todavía florecidas, dos de las plantas más buscadas por fotógrafos y naturalistas, el Lilium pyrenaicum y el Lilium martagon.
Llegamos al lomo d'os vascos y paramos a echar un bocao. Hemos sudado como goliñones hasta aquí. El día está pesado, sin nada de viento y con una calma chicha que no presagia nada bueno aunque, nosotros, felices y contentos, ni nos percatamos de lo que se nos va a venir encima en pocas horas.
Pues no, coño!! Que hoy no daban tormentas!! Entonces, amigo mío, ¿qué es aquella nube compacta, negra y espesa que se está formando encima de Peña Retona? Bahh....nada, nubes de evolución sin consecuencias...Aún así, vamos a aligerar, porsiaca...no vaya a ser que la meteorología no sea una ciencia exacta, como las matemáticas o la física.
Echamos un trago, comemos algo y nos piramos para abajo acompañados de un nutrido rebaño de cabras que nos siguen como si fuéramos sus amos. ¿será que olemos a choto? El Yeti, pobrecico mío, tiene que hacer auténticos esfuerzos para contenerse y no salir corriendo detrás de estos bichos que están empezando a mostrarse excesivamente confiados y fastidiosos. De Peña Blanca a Peña Roya hay un paseo sin apenas desnivel. En la cima hay un repetidor, convertido hoy por hoy en un montón de chatarra, que los dueños (creo que es de Arramón) deberían pensar en desmantelar. Más que nada porque no queda bien, ¿sabusté? Está muy feo eso de dejar basura por el monte, me da igual si es un envoltorio de gel superpowerenergeizeer que un montón de chapas, antenas y cables. Máxime si su dueño es una de las empresas que más cuidan las montañas de nuestro querido Pirineo (modo sarcasmo off).
La evolución de las nubes, ahora si que sí, nos hacen ver que es cuestión de tiempo y de suerte que no nos pille el marrón. Han pasado de ser inocentes cirroestratos para convertirse en cúmulos y éstos a su vez en cumulonimbos que llevan camino de ser, en no demasiado tiempo, cumulus congestus. Y estos, queridos y queridas amiguitos y amiguitas, descargan seguro granizo, rayos, truenos y viento huracanado...Kortatu....qué tiempos.
Bajamos más deprisa que despacio hacia Faja Señora, una amplia pradera donde pastan miles de ovejas que corren como gilipollas de un lado para otro cuando nos ven...desde luego, qué bichos más tontos...no me extraña que nos las comamos. En cambio tú, Yeti, tu si que eres agudo ¿verdad?.
Charrando y casi sin darnos cuenta atravesamos la cabecera del barranco de Lasieso. Todavía nos queda lo más bonito del día; bajar al fondo del valle por unas laderas (o por un barranco) en el que no se ve ni un solo paso practicable por laderas empinadas, descarnadas o boscosas respectivamente.
Bueno, que hay que pirarse de aquí echando hostias. Ladera izquierda orográfica del barranco. Hierba resbaladiza, 60º + o - de inclinación...no hay secreto, J.C. le va preguntando al Yeti por donde se puede bajar y éste lo guía por entre la hierba primero y bosque cerrado después hasta que llegamos al cauce del barranco justo entre dos escarpes...hombre, no ha sido cómodo, pero en peores plazas hemos toreao...maeztro.
Ahora ya está, con un poco de suerte bajamos río abajo hasta llegar a la pista y poco después a los coches. Al poco de pronunciar estas palabras empiezan a caer gotas. Al principio pocas, pequeñas y espaciadas. Un trueno, al que le sigue otro y otro y otro hasta ser ya un rumor continuo, acompañan a un cambio de tendencia y lo que antes era llovizna se convierte en chubasco que, a la vez, se convierte en aguacero y éste deriva en lluvia monzónica. Algunos se ponen el gore tex y otros (el perro y yo concretamente) preferimos que la lluvia moje nuestro cuerpo serrano mientras cantamos la canción de Armando Marcelo...sí hombre esa que dice algo así como:
te moja mas y mas
tu pelo mojado
pegado a tu piel
agua de lluvia
que calma mi sed
deja q recorra tu cuerpo...perro
Hala, qué repulsivamente tierno y qué nauseabundamente bonito. Pues con esa linda canción y con los truenos dándole el estribillo llegamos, completamente calaos al refugio forestal de Sibolás donde esperamos, pobre ilusos, que escampe.
Rato de tertulia. Solo nos falta un poco de fuego para estar aquí de maravilla mientras fuera llueve como si no lo hubiera hecho nunca.
Una de dos, o encendemos fuego, merendamos y nos quedamos a dormir aquí, o seguimos bajo el diluvio a coger los coches. Las obligaciones laborales y familiares se imponen a la conversación y la molicie y emprendemos la bajada, que tampoco nos cuesta tanto, por una pista convertida, a ratos en un riachuelo de caudal impetuoso. ¿Lo adivináis? Pues sí. Justo cuando llegamos a los coches deja de llover y hasta quiere salir el sol. Rato que aprovechamos para las despedidas, los buenos deseos de volvernos a juntar, cambiarse, los que tienen, de ropa mientras David, sorprensivamente, saca del maletero unas galimbas acompañadas de patatas fritas.
Oye, ha estado bien hasta la tronada tú. Qué día más majo. 1700 m. de desnivel en 20 km, como pa una boda. Aquí os dejo el track aunque el GPS se ha vuelto loco dentro del bosque.
Hala pues...