domingo, 16 de octubre de 2011

PICO ARRIEL, 2824 m.

¡Que majo es el Arriel!. Ya hacía días que no subía. Hoy, aprovechando la pertinaz sequía, el anticiclón anclado en las azores y los frentes asociados discurriendo, como muy cerca por Escandinavia, habíamos pensado en una salida multitudinaria a Telera. Al final se va rajando la gente y nos quedamos ¡Cómo no!, Pol, Teo, Paco, Pili, el Yeti (que no tiene ni voz ni voto y va a donde se le diga) y yo. Reunión matinal en la plaza y decidimos que, como todos habíamos estado en Telera y algunos no habían estado en el Arriel, nos vamos para allí. Además es un pico que se ve, perfectamente, desde Biescas y este año, sin quererlo, me he subido a todos los montes del Pirineo Axial que se ven desde casa. Solo me faltaba este.
A las ocho y media empezamos a andar desde La Sarra. Hace frío, lo que nos hace andar ligeros. En una hora nos plantamos en la mallata de Soba donde nos pega el sol y paramos a almorzar.
Yo siempre había subio a este monte cogiendo por la derecha un pedregal que va pegado a la cara S-W del pico. Claro que, las tres o cuatro veces que he estado arriba, aquello era un nevero...hoy es un pedregal de esos asquerosos de un paso para adelante y tres para atrás que nos hace sudar de cojón. Ahora se entiende de dónde viene el topónimo del pico en cuestión (Arri, de una voz prerromana que significa Piedra) La gente va por la izquierda, aprovechando una senda que sube por unas laderas herbosas. Se da mucha más vuelta pero debe ser bastante más cómodo. Con paciencia vamos subiendo en dirección al collado entre el Arriel y el Petit Arriel. Desde la vertiente de la Sarra solo subimos nosotros y otra pareja pero vemos que, desde la France, llegan riadas de gente a través del Col de Soba. Cuando llegamos al collado, la pirámide cimera del pico se ve como un muro plagado de gente que sube y baja. Empezamos a subir con cuidado y adelantando a la peña. Nos cuestan esos 200 m. sobre media hora. En algunos pasos clave hasta se forman tapones. Como siempre, hay de todo. Desde gente que los ves perfectamente habituados y equipados que se mueven con soltura por esas paredes hasta tres tíos que han pasado un paso aéreo a pocos metros de la cima a cuatro patas. El Yeti, sube y baja. Lo tengo que sujetar un par de veces porque no quiero que tire piedras a los que van detrás nuestro. Al final, después de tres horas y media hacemos cima. Mucha gente arriba y todos vienen desde Arremoulit. Hay unos francaises que se están haciendo allí de comer con hornillo y todo. Nosotros, únicamente, sacamos la bota y nos echamos buenos tragazos de vino en compañía de dos zagalas que acabamos de conocer. Hace un día para quedarse a vivir allí. Ni viento, ni frío...La atmósfera está limpia como si la hubiera lavado la churri esa del futuro que viene a traer lejía. Se ve, desde allí, la curvatura de la tierra. Paco y Pili llegan un poco más tarde que nosotros. Nos reunimos todos y enseguida iniciamos el descenso.
Cuando llegamos nuevamente al collado, decidimos ir por el camino de las personas, no por el que hemos subido que es para gatos, sarrios y demás bichos cuadrúpedos. Primero hay que llegar al Col de Soba y después, inicia un largo flanqueo por las laderas de Soques. Hombre, la verdad es que es más cómodo de andar que el otro. Sin novedad, en hora y media desde el collado de Arriel, llegamos otra vez a la mallata donde paramos a comer. Después de comer de cojón y de escular la bota, en otra hora nos plantamos en el coche. Galimba de las grandes en la Sarra (Hoy cerraban, sacabó por este año tomar el sol con una cerveza después de pegarte un sobo en esa terraza) y pa casa.
Por cierto, ¿Habéis visto que perro más elegante tengo?, Se llama Yeti, no se si os lo había dicho....
Hala pues...

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