Pues no dábamos demasiado por estos días de asueto y relax de principios de primavera. Las
múltiples obligaciones de
un@s y
otr@s hacían que no se viera muy claro si nos íbamos a dedicar a procesionar al muy venerable y milagrero Cristo Padre de la soledad amorosa y del prepucio carmesí e iluminado o, por lo contrario, nos entregamos a la afición que nos une, por la que nos conocimos y conocemos
un@s y
otr@s y a la que nos aplicamos con agrado, deleite e interés (aunque, lamentablemente, cada vez menos, snif...).
Al final, sorprendentemente, el jueves de pasión, somos cuadrilla grande los que quedamos para hacer una ruta por el ignoto norte de Guara.
Acudimos a Fiscal, desde Güeskonsing city Pirene, Josu, Cheles, Ángel y un amigo de éste que, ahora mismo y ya lo siento, no me acuerdo de cómo se llamaba..
Por parte de los valles septentrionales acudimos Pol y el que esto, con mejor o peor acierto, escribe acompañados del Yeti, por supuesto.
Después del café, de dejar claro a donde queremos ir y de divagar por dónde debe ser más corto ir a la
recóndita aldea de las Bellostas, para allí que vamos.
La ruta se inicia en descenso... malo.... eso de empezar bajando significa, en la mayoría de los casos, que la vuelta, con abundantes kilómetros en las piernas, será hacia arriba.
Se baja primero por senda y luego por pista. A medio descenso encontramos un chipirifláutico peñasco en el que, con un mínimo de imaginación, veremos un elefante de la especie
Elephas bellostensis ssp.
liticus mineralensis. Esto, que parece una divertida anécdota sin más, constituye, lo que se conoce como "mimetolito"
del griego MIMESIS “imitador” y LITHIKÓS “relativo a la piedra” neologismo
que usamos para definir “piedras que se parecen a algo” y que, como norma,
desencadenan un divertido mecanismo psicológico
llamado pareidolia (del griego EIDOLON "figura" y el prefijo PARA
"junto a") por el
cual, el hombre (o la mujer, of course), ante una manifestación o forma abstracta en la naturaleza, tiende
a establecer de forma automática una relación de similitud con algo conocido y
tangible.
Quizir, que eso que es una piedra, lo será para el Yeti, que pega saltos y corre por alrededor, pero
para un ser racional, pensante y trascendente (lo que viene a ser la mayoría de la gente excepto los que votan a determinados partidos que empiezan por P y terminan por P) nunca será una piedra anodina, será otra cosa.... Y estos mimetolitos, aunque parezca mentira, han jugado un papel fundamental para que determinados lugares hayan acabado convertidos en lugares sagrados desde hace generaciones... Acojonante, tú...
Con estas reflexiones llegamos a orillas del recién nacido Balcés (llamado en estos pagos Isuala) que hoy baja muy furo. Tanto que nos tenemos que descalzar para vadearlo, cosa a la que nos aplicamos con mejor o peor maña y dignidad. (Lo de vadearlo... lo de descalzarse se nos da relativamente bien a tod@s)
Ahora queda un recorrido en ascenso, por sendas perfectamente trazadas, limpias y señalizadas, acompañados por bosque bajo y pequeños bosquetes de pinos hasta alcanzar una meseta que constituye el interfluvio entre el supraescrito Balcés y el Mascún.
Por allí llegamos a una pista que nos llevará, en muy poco tiempo, al despoblado de Bagüeste. Previamente, pasaremos por una ermita arruinada situada en una pequeña elevación y desde la que se disfruta de una de las mejores vistas que conozco del Piri (Y ya he visto muchas). Como no podía ser de otra manera, la ermita en cuestión está (o mejor estaba) advocada a San Miguel. El príncipe de la milicia celestial, por motivos que desconocemos, vino a sincretizar cultos que se realizaban en lugares altos... ¿Tendrá que ver el que en su hagiografía es el que derrota al demonio, ser telúrico por excelencia? No sabemos, pero no deja de ser interesante.
Bueno, pues que en apenas unos minutos desde la ermita llegamos a las ruinas de Bagüeste, uno de los pueblos que mejores vistas tenían de los que he visitado en la que ya empieza a ser larga y fructífera vida.
Situado en un altiplano, tenemos a la vista todo el Pirineo central y todas las Sierras exteriores, desde el Tozal de Guara al Turbón.
¿Y que hay que ver en este pueblo? Pues a parte de ruinas venerables, guardianas de espíritus, historias y cuitas, destacan el cerro explanado artificialmente que enseñorea la población y donde debió haber una torre de vigilancia altomedieval de la que no queda rastro y su parroquial, advocada a San Salvador (Otra advocación astral... uhmmmmm) diseccionada con maestría por el insigne
Antonio G. Omedes. Románico ruinoso, interesante en cuanto a su estructura y, sobre todo, por una piedra que casi pasa desapercibida y que muestra a dos seres en actitud extraña. La lectura que hago del relieve, de momento, me la guardo.
Almorzamos a la vera de la iglesia, disfrutando del paisaje, del sol, de la temperatura, del vino, de la conversación y de la compañía... Con qué poco se es feliz durante un rato.
Continuamos. De Bagüeste, cogemos el GR1 que pasa por medio el pueblo y, con intención de llegar a la cabecera de Mascún, descendemos por una pista que transita por espacios yermos, donde el bosque trata de recuperarse, penosa y lentamente, de la presión antrópica secular.
El recién nacido Mascún (visto aquí nadie diría lo que es capaz de liar apenas 700 m. aguas abajo) baja furo y nos hace descalzarnos para cruzarlo. La idea era, desde aquí, ir a buscar la senda que sube desde Rodellar, bajar al Saltador y subir por la faja de Raisén hacia Letosa. Un vistazo a la hora, el que habrá que descalzarse, al menos, cinco veces más y que hay algún@ que se va de vacaciones mañana (mardita sea su estampa) nos hacen decidir llegar al casi invisible lugar de Letosa por el GR y en apenas unos minutos.
Aún intentamos llegar a la faja de Raisén, desde este lado, para que la conozcan los que no han estado por aquí siendo un lugar que, en verdad, merece la pena ver y disfrutar. Pero el terreno es engañoso. Lo que parece que está aquí mismo no aparece y la prudencia hace que nos demos otra vez la vuelta y vayamos a buscar un lugar para comer que ya va siendo hora, por otra parte.
Pasamos por debajo de otro lugarejo arruinado (San Poliz pone en los carteles) y nos desviamos a otra ruta dentro de la que llevamos (vamos a llamarla sub-ruta 2) que nos muestra nada menos que una veintena de quejigos (caxicos para los fabloparlantes) añosos, gigantescos y mutilados recientemente por alguna borrasca que parece haberse ensañado con ellos.
Aún así, se trata de un sendero francamente bonito e interesante aunque haya que tirar de intuición y GPS en más de una ocasión para seguirlo.
Y ya que estamos, no se nos ocurre un sitio mejor donde comer que tutelados bajo las ramas de estos gigantes que han visto pasar gentes, ganados y tormentas más de los que seríamos capaces de contar.
Seguimos después de dar cuenta de bocatas, botas, pastelitos y hasta fresones con los que Cheles nos sorprende en tan recóndito lugar.
Salimos a una pista y ahora ya sin pérdida y sin dejarla, rodeamos Bagüeste por el oeste, iniciamos una prolongada bajada hacia la cuenca del Balcés, que cruzamos ahora por un puente y nos llegamos
al molino de las Bellostas, pieza interesantísima y lastimosamente ruinosa de la arquitectura popular.
La bajada de esta mañana se convierte en subida que se hace cómoda pese a todo. Nueva visita al mimetolito elefantimorfo y llegada al pueblo donde, para nuestra sorpresa, nos están esperando Silvia, J.C. y el bodollín que pasa de mano en mano riéndose de todo el mundo, el jodido...
El día termina donde empezó, en Fiscal, pero esta vez, delante de una buena jarra de cerveza y echando planes para los tres días que quedan todavía de fiesta...
El track de un recorrido magnífico y lleno de cosas que merecen conocerse,
aquí.
Los planes echados en Fiscal se concretan, el sábado sabadete, con un viaje a Monreal a ver como está (y a enseñarlo para los que no lo conozcan) uno de los descubrimientos barranquistas más interesantes de los últimos años, el barranco de Diablozulo.
Se apuntan al evento Pol y su hermano Javi (que no lo conocen) y Ángel y yo que ya sabemos los
atractivos que guarda este agujero húmedo y oscuro. Pallí que vamos en un día radiante.
Aparcamos en la salida del barranco y vemos que, sin que esté complicado, si que va a estar la cosa francamente animada.
Estábamos preparándonos cuando aparecen unos colegas de Ángel que se ofrecen a subirnos en furgoneta, lo que nos ahorra una hora de pateo toparriba que se agradece un montón.
Nos cambiamos y mientras se prepara todo el grupo que nos ha subido nos adelantamos haciendo votos de encontrarnos (con salud, a poder ser) dentro del agujero que ruje allá abajo.
Aún adelantamos a otro grupo de catalanes nada más empezar, lo que se traduce en que, hacia adelante, tenemos todo el barranco para nosotros solos.
Precioso, espectacular, magnífico... de lo mejorcito que hay cerca de casa. De configuración impecable que va de menos a más y que entona su nota más alta en una preciosa cascada de más de 20 m. de vellón con el agua vaporizada envolviéndote. Con vegetación exuberante y amazónica, sin pozas ni rebufos comebarranquistas (lo que se traduce en poderlo bajar con mangazo). Una vez terminado, dan ganas de volver a empezar.... cosa que no hacemos, claro.
Aún con algún problema con las cuerdas derivado del caudal y de nuestras manosdarbol, nos lo hemos ventilado en apenas dos horas y media. Y eso que me he explayado con las fotos, las grabaciones y la contemplación de tanta maravilla concentrada.
Todavía sacudiéndonos el síndrome de Stendhal, nos cambiamos y comemos al sol disfrutando de una temperatura primaverotoñal mientras esperamos que las numerosas personas que hay dentro del agujero del Diablo salgan....
Cosa que no pasa.... Pues como se descuiden.... se les va a hacer de noche....
¿Y si nos vamos a echar una galimba y ya, si eso, nos despedimos por güachap?
Ya no se a qué coño estamos esperando.
Hala pues....