No os voy a hablar hoy de estos bichos, al menos desde un punto de vista biológico. Las culebras, además de ser seres que veremos en nuestras excursiones y a los que se les tiene un miedo atávico son, quizá, uno de los símbolos más complejos y apasionantes de la amplia nómina simbólica pirenaica.
Hay dos visiones de este animal: La precristiana o pagana y la legada por la cristianización muchos siglos después. Ambas, todavía hoy, se solapan y yuxtaponen en la mentalidad del hombre pirenaico.
La culebra, serpiente o gripia se le supuso una filiación ctónica y por ende, femenina y lunar. La culebra se le vinculó a la Gran Madre telúrica por que vive ligada a ella, en ella se refugia y se entierra todos los inviernos para renacer en primavera. Además muda anualmente de piel lo que refuerza su simbolismo de renacimiento e inmortalidad. Además su morfología la asimila con el falo por lo que, la filiación a la fecundidad, sobre todo femenina, es todavía más obvia.
Sin embargo, un animal totémico y con un culto fuertemente arraigado debió ser muy difícil de erradicar de la mentalidad del hombre. De ahí que la iglesia católica repudiara su culto, sobre todo siguiendo las directrices del antiguo testamento y asimilando su devoción a un culto relacionado con el maligno y transfigurándola en la encarnación del pecado.
Pero, aún así, la ambivalencia de estos animales les hizo ser, hasta bien entrado el siglo XX, objeto de numerosas creencias la mayoría de ellas relacionadas, de una u otra manera, con la fecundidad femenina:
Es una creencia generalizada que lo que más les gusta, es la leche de mujer y de cerda por lo que en una casa, cuando se daba la circunstancia de un nacimiento tanto de un niño como de cerdos, se tenía especial cuidado en evitar su presencia.
Se llegó a achacar la desnutrición de un niño, la muerte repentina de una mujer que estaba amamantando, o la de una camada de cerdos, a ellas, pues de todos era sabido, que una vez se había dormido la madre mamaban de sus pechos de modo que cuando iba a dar de tetar al niño no había leche. El colmo de la astucia era que, el animal, introducía la cola en la boca del lactante a modo de chupete, para que no se despertara y alertara a su madre.
Para evitar esto se ponía ceniza en las ventanas y puertas. El animal dejaba su huella marcada y así se delataba.
Las prácticas de colocar una piel de serpiente en el vientre de una parturienta si el parto se presentaba difícil o de dar el caldo resultante de hervir trozos del animal, no vendrían dados por sus virtudes terapéuticas o reconstituyentes si no por esta vinculación inseparable de la fecundidad femenina.
Otra creencia generalizada es que las culebras “dan sueño” y que basta su presencia por las cercanías para caer en un profundo sopor. Incluso, aseguran, de que se valen de su vista para atrapar a sus presas. Basta con "hipnotizarlas" para que se dejen atrapar.
Por último decir, que las atribuciones protectoras que tuvieron estos animales, totalmente desvanecidas en la mentalidad del hombre pirenaico, afloran en algunas prácticas seculares, como la de llevar una piel de culebra plegada en la cartera para evitar estafas o como elemento protector, y sobre todo en relieves de algunas casas donde la serpiente, todavía hoy, protege y procura la fertilidad a los habitantes de esos hogares.
Hay dos visiones de este animal: La precristiana o pagana y la legada por la cristianización muchos siglos después. Ambas, todavía hoy, se solapan y yuxtaponen en la mentalidad del hombre pirenaico.
La culebra, serpiente o gripia se le supuso una filiación ctónica y por ende, femenina y lunar. La culebra se le vinculó a la Gran Madre telúrica por que vive ligada a ella, en ella se refugia y se entierra todos los inviernos para renacer en primavera. Además muda anualmente de piel lo que refuerza su simbolismo de renacimiento e inmortalidad. Además su morfología la asimila con el falo por lo que, la filiación a la fecundidad, sobre todo femenina, es todavía más obvia.
Sin embargo, un animal totémico y con un culto fuertemente arraigado debió ser muy difícil de erradicar de la mentalidad del hombre. De ahí que la iglesia católica repudiara su culto, sobre todo siguiendo las directrices del antiguo testamento y asimilando su devoción a un culto relacionado con el maligno y transfigurándola en la encarnación del pecado.
Pero, aún así, la ambivalencia de estos animales les hizo ser, hasta bien entrado el siglo XX, objeto de numerosas creencias la mayoría de ellas relacionadas, de una u otra manera, con la fecundidad femenina:
Es una creencia generalizada que lo que más les gusta, es la leche de mujer y de cerda por lo que en una casa, cuando se daba la circunstancia de un nacimiento tanto de un niño como de cerdos, se tenía especial cuidado en evitar su presencia.
Se llegó a achacar la desnutrición de un niño, la muerte repentina de una mujer que estaba amamantando, o la de una camada de cerdos, a ellas, pues de todos era sabido, que una vez se había dormido la madre mamaban de sus pechos de modo que cuando iba a dar de tetar al niño no había leche. El colmo de la astucia era que, el animal, introducía la cola en la boca del lactante a modo de chupete, para que no se despertara y alertara a su madre.
Para evitar esto se ponía ceniza en las ventanas y puertas. El animal dejaba su huella marcada y así se delataba.
Las prácticas de colocar una piel de serpiente en el vientre de una parturienta si el parto se presentaba difícil o de dar el caldo resultante de hervir trozos del animal, no vendrían dados por sus virtudes terapéuticas o reconstituyentes si no por esta vinculación inseparable de la fecundidad femenina.
Otra creencia generalizada es que las culebras “dan sueño” y que basta su presencia por las cercanías para caer en un profundo sopor. Incluso, aseguran, de que se valen de su vista para atrapar a sus presas. Basta con "hipnotizarlas" para que se dejen atrapar.
Por último decir, que las atribuciones protectoras que tuvieron estos animales, totalmente desvanecidas en la mentalidad del hombre pirenaico, afloran en algunas prácticas seculares, como la de llevar una piel de culebra plegada en la cartera para evitar estafas o como elemento protector, y sobre todo en relieves de algunas casas donde la serpiente, todavía hoy, protege y procura la fertilidad a los habitantes de esos hogares.
Hala pues....
2 comentarios:
Pues yo llevo colgada una gripia del cuello (de poco más de un centímetro, no de verdad), desde hace muchísimos años y todavía no he tenido ninguna queja, vamos, que no me va mal, je, je.
Pues por eso, capullín, que favorece la fertilidad. De ahí ese encanto irresistible que tienes con las mujeres....
Salú
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