A las siete hemos salido de Biescas y en 45 min. nos hemos plantado en el lago de Fabrèges, cerca de donde se coge la telecabina para Le petit train d'Artouste. Si en la vertiente sur hace un día cojonudo, en la norte, como casi siempre, está nublado. Es niebla que está entorno a los 1400 y llega a los 1700, como luego pudimos comprobar, afortunadamente. Dejamos el coche al lado de unos carteles que te dan la bienvenida o te dicen au revoir, depende por qué lado conduzcas, y buscamos un cartelito cutre de madera en el que pone Col de Lurien. Empieza a subir sin compasión desde el primer momento. Enseguida nos metemos en la niebla pero el camino está muy bien marcado. Sudamos como pollos entre la humedad y la temperatura. Más o menos una hora después, salimos del bosque pero sigue sin verse nada. Eso sí, de repente la temperatura ha bajado un montón de grados y empieza a soplar viento. Seguimos subiendo y, poco a poco, la niebla se va disipando dejándonos imágenes espectaculares de lo que nos rodea. Aunque la pendiente se ha suavizado, sigue sin dar tregua. Eso sí, con el frío que hace, casi apetece andar deprisa... A las dos horas justas, después de habernos chupao casi 1000 m. de desnivel, encontramos una especie de barracón de chapa donde paramos a almorzar y nos pega el sol por primera vez. El barracón en cuestión es una especie de refugio abierto con habitaciones separadas (llenas de colchones mohosos y pulgosos), cocina con fregadera y agua y comedor con mesas y bancos. Aunque está todo bastante destartalao y sucio, es un lugar muy chulo para venir a pasar una noche en buena compañía. Después de almorzar, reconfortados por el sol, seguimos subiendo con ganas hasta llegar a un llano con una balsa y, tras superar un resalte en el que el barranco se encajona, al lago de Lurien. ¡Que sitio más majo!. Rodeados de montañas, vemos el pico por primera vez. Aparentemente, está todavía a tomarpolculo de allí. Se rodea el lago (sin respirar, había millones de mosquitos formando nubes y era imposible pasar sin que se te metieran una docena en cada inspiración por la nariz y/o boca) y se sigue subiendo. A partir de aquí el panorama cambia. Lo que antes eran verdes y bucólicos prados tapizados de gencianas y otras florecillas silvestres, se convierte en un paisaje lunar donde imperan las piedras, bolos y zaborros en sus más variados diámetros y / o formas. Enseguida vemos el Col de Lurien, que nos llevaría al lago de Artouste y al que no hemos de llegar y un camino que se desvía a la derecha muy bien marcado con hitos. Si hasta aquí habíamos subido sin contemplaciones, ahora aquello se empina como la picha un novio. Hay ratos que el sendero se returce de forma que la lazada de arriba la tienes apenas a un metro por encima tuyo. Hay un par de pasos en los que hay que apoyar las manos pero nada del otro mundo. Nos juntamos con tres que ya bajan. Nos dicen que han salido a las siete de la mañana. Seguimos subiendo hasta llegar a una antecima donde el paisaje se abre hacia el este. La vista es soberbia. Una arista muy sencilla nos lleva a la cima donde hay una señora que ni responde a nuestro saludo ni se mueve ¿será una estatua? ¿estará sorda?, ¿estará muerta? ¡Ah, no! que se ha movido cuando le ha pasao el Yeti por al lado. ¡Amos, no me jodas! ¡Si se ve Biescas desde aquí!!!. Efectivamente, hacia el sur, además de todos los montes desde el Pico de Otal hasta el Anie se ve, perfectamente, el estrecho de Sta Elena, el valle de Biescas, Santa Orosia o Erata. Hacia el este lo domina todo el mazacote del Balaitús-Frondiellas y hacia el oeste la vista se pierde destacando, justo delante, la pirámide de Jean Pierre, perdón, del Midí. Hacia el norte, por fin, un precioso mar de nubes cubre toute la France. (mar de nubes, que dicho sea de paso, nos proporciona en la versant sud, el viento que nos está jodiendo el mes de julio. Efecto foehn, lo llaman los que tienen estudios.) Estamos buen rato sur le somme. No sopla viento y hace una temperatura cojonuda. Cuando empieza a llegar más gente a la cima nosotros nos bajamos. El primer trozo hay que hacerlo con cuidado pero luego los pies se van solos por aquellos pedregales. Casi sin enterarnos, llegamos al lago y poco después al refugio donde vamos a comer. Mientras comemos vemos como sube la niebla valle arriba. Aunque no llega a cerrarse, nos piramos para abajo rápidamente para intentar ver lo que nos hemos perdido esta mañana. Antes de venir había mirado si esa zona era parque nacional y no lo es. Así que he podido traer el perro y puedo azuzarlo para que practique su deporte favorito; perseguir marmotas. Nos descojonamos viendo como casi pilla a una, se le revuelve y le mete un viaje en el hocico que le hace pegar un brinco hacia atrás (Si, ya lo sé. Qué mala persona soy. Torturo a los animales indefensos. Pues yo creo que no. Esos bichos son una plaga y prácticamente no tienen depredadores. Las marmotas se extinguieron de forma natural y fue el hombre el que las volvió a introducir. Ahora, por lo menos, las hago correr porque, como todo el mundo sabe, el sedentarismo es muy malo y provoca ataques al corazón, diabetes e hipercolesterolemia. Además, potencio en el chucho este su instinto sesino y criminás, que nunca se sabe lo que nos va a tocar).
Así, entre risas, buena conversación (hacía días que no nos veíamos con Roberto) y fotos a florecitas llegamos al coche con los cuádriceps, los isquiotibiales, el dorsal interno y el ligamento cruzado anterior tensaos como cuerdas de piano.
Ha sido una paliza, pero qué contentos estamos. Cervecilla en la frontera y pa casa...aun nos da tiempo a echar un baño en la piscina.
Hala pues....