Hacía días que hablabamos de donde ir a sufrir nuestra particulara pasión en semana santa. Al principio, pensamos en subir a Cotiella por Armeña pero nuestra amiga la borrasca se empeña en no dar tregua y el monte está de mirameynometoques. Así que cambio de planes. Y esta vez, pese a nuestra insociabilidad y proverbial misantropía (la de Pol y mía), vamos a ir un montón de gente. Así que decidimos en ir a la Peña Montañesa por la faixa Toro y al día siguiente, si el tiempo aguanta, hacer la ferrata de Foradada. Salimos de Biescas a las siete la mañana, el viernes de Pasión, Pol, Roberto, Teodoro y yo y nos juntamos en Ainsa con Oscar, Erika y Ángel, un amigo de Óscar. Café rápido, testado de ocupación hotelera in-situ (Oscar llamó el miércoles y jueves a todas partes y aparentemente estaba todo ocupado) y hacia la Peña que nos vamos por la carretera de los Molinos. El coche de deja muy cerca del histórico monasterio de San Victorián (San Beturián para los del país y los fabloparlantes). Empezamos a andar, por camino perfectamente marcado, que se dirige decididamente al norte, y cuando llevamos una hora más o menos de subida, encontramos una marca en el suelo con pintura roja y un cartel de madera que marcan el desvío a la faixa toro. A partir de aquí no hay camino. Únicamente algunas marcas de pintura roja e hitos espaciados nos llevan a una canal por la que hay que bajar haciendo jabalining. Con lo que cuesta ganar altura y ahora a perderla. Estamos en medio de la pared oeste de la peña. A nuestra derecha bajando se empieza a intuir una faja en subida que tenemos que coger. Unas canchaleras con algún hito nos indican que no somos los primeros bípedos en pasar por ahí pero la sensación es que, por ahí, es imposible llegar a ningún lado. La faja en cuestión, se ve perfectamente desde Ainsa como una fina línea verde que parte en dos la pared que cae a pico hacia Oncins y Torrelisa, avanza, prácticamente llana, hasta alcanzar la llamada Canal Ancha, una barranquera que baja casi desde la punta hasta la base. La verdad que es un paraje espectacular. No tiene ninguna complicación salvo la ausencia de un sendero definido y, una vez en ella, es imposible perderte. A la derecha paredes verticales a la izquierda el abismo. Tres horas y media nos a costado recorrerla hasta llegar, una vez trepada la Canal Ancha, a la senda por donde va la vía normal. Comemos y Oscar, Erika, Ángel y Teo deciden que ya han tenido bastante y se vuelven por la normal hacia el coche. Roberto, Pol y yo pensamos que, por una hora más, vamos a subir hasta la punta. La cúpula cimera de la montaña es un desierto calizo lleno de esqueletos de árboles muertos. El ambiente, pese a su modesta altura (2.291 m.), es hoy de alta montaña. Frío, viento y nieve. Estamos muy poco rato arriba ya que no hay paisaje para ver. Nuestra amiga la borrasca a vuelto otra vez tapando todos los picos. Bajamos rápido por la normal. En el cruce de la canal hay neveros que nos hacen extremar las precauciones ya que los crampones se han quedao en el coche. Pasamos por la estiva y emprendemos una bajada larga y dura, hasta los coches donde nos están esperando el resto. Siete horas y media parando media hora a comer. Bajamos a Ainsa donde caen abundantes galimbas y decidimos quedarnos para hacer la ferrata de Foradada al día siguiente. Ángel y Roberto se van a casa. El resto reservamos unas habitaciones (¿nos estaremos afeminando? nosotros, hombres curtidos y rudos que siempre hemos dormido al raso o compartiendo espacio con pulgas y ratas en alguna caseta medio espaldada ya llevamos dos salidas en las que dormimos de hotel) y nos vamos a cenar a Labuerda. Cena como pa una boda. Nos ponemos hasta el culo de ensalada de queso, carnaza a la brasa y vino. Oye, también nos lo hemos ganao. Galimba en la cervecería de Ainsa y a dormir, a ver que día amanece mañana.
Pues el día amanece nublado y amenanzando ruina. Aún así, nos vamos hacia la ferrata. Cuando llegamos ya hay un coche y, al poco de empezar a subir la pista, amanece mogollón de gente. Empezamos a trepar detrás de una pareja. La ferrata, que ya hicimos Pol y yo el día de nochevieja, es espectacular. De las más bonitas, si no la más, que hay por aquí. Teo es la primera que sube y, como iniciación, es como si metes a uno que no ha hecho barrancos en su vida en el Bitet. Tratamiento de choque pa que se quite el vértigo a cualquiera. Aún así, sube como un jabalí y en apenas hora y media la completamos. Media hora de bajar por senda jabalinera y al coche justo cuando empieza a llover. Jodo, va a coger el marrón a 30 o 40 tíos allí arriba. Nosotros partimos raudos hacia Ainsa donde caen abundantes cañas y raciones de bravas y longaniza asada. Otro par de días cojonudo. Buena gente, buena conversación, buen rollo...ya podemos empezar a organizar la siguiente.
Hala pues...
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