Salimos de Biescas a las diez y, en apenas 15 min. llegamos al párking. Cogemos un camino por la orilla izquierda orográfica del barranco que, en 45 min. nos deja en el cauce. Camino precioso. Bien trazado, con poco desnivel, limpio...solo por la excursión ya ha merecido la pena. El cielo que hace una hora estaba completamente despejao se ha cubierto y ahora tiene el mismo color que cuando va a nevar (conocido popularmente como color de caldonabos). Nos equipamos e iniciamos el descenso. Mucha agua, lleva cinco días lloviendo sin parar, pero se baja bien. Al poco encontramos el primer rápel. Bien equipado, con parabolt de 10 mm. y anilla. El barranco se abre y se cierra...hay lugares muy chulos donde las rocas, el agua y la vegetación forman conjuntos dignos de ver. Después de pasar tres rápeles, algunos en zonas especialmente bonitas, llegamos a un tramo en el que el río se abre, se ven paredes a los lados y encontramos dos grandes pilares de piedra en ambas orillas del río ¿Será un puente? Los pilares deben tener sus cinco o seis metros de altura... Esto se acaba...Igual podemos salir por un camino de éstos que se ven en las orillas...Craso error hubiéramos cometido, amiguitos y amiguitas...todavía nos quedaba un rápel de unos 15 m. en un estrecho precioso, con unas tosqueras alucinantes a los lados y unos meandros y toboganes encajados que han hecho las delicias de nuestros culos. En algunos se formaban rebufillos y contras que te absorbían de forma y manera que, sin peligro alguno, hemos estado jugando un rato con ellos. Hace rato que llueve. Las orillas se han puesto muy resbaladizas y me pego dos o tres culetazos. En uno de ellos, la L3 y L4, además de los discos intervertebrales, saltan de contentos al ver que también me acuerdo de ellos. Me lo agradecen dándome un hermoso dolor lumbar y pinchazos preciáticos que todavía ahora, después de 6 horas, me están amenizando la tarde.
Al final aquello se acaba de verdad. En la orilla derecha descubrimos las ruinas de un molino y, pocos metros después, llegamos al puente de la carretera donde hemos dejado el coche y termina el descenso.
Como en otros lugares, nos cambiamos al lado del coche mientras enseñamos nuestras posaderas y/o atributos masculinos a los conductores/as que pasan. Unos aflojan, otros pitan y otros ni se miran. Algún día vamos a provocar un accidente. No por lo que hay que ver (hoy estaba el agua fría y nuestra amiguita calva era, centímetro arriba o abajo, del tamaño de la de un Clik de Famobil) si no por lo que esperan ver. En fin, sacabó la Semana Santa. Mañana a currar...
Hala pues...
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